Neville Goddard, 1954
Traducido por: Laura Arrojo
Para Victoria *(su hija)
El cumplimiento de un sueño.
Una vez, en un intervalo
tranquilo en el mar, medité sobre el “perfecto estado”, y me pregunté cómo
sería si yo fuera de ojos tan puros como para ver la iniquidad, si para mí
todas las cosas fueran puras y fueran sin condenación. Mientras me perdía en
esta exaltada contemplación, me encontré a mí mismo elevado por arriba del
oscuro ambiente de los sentidos. Tan intensa era esta sensación, que me
sentí a mí mismo como un ser de fuego
morando en un cuerpo de aire. Voces como de un coro celestial, con la
exaltación de aquellos que han sido conquistadores en un conflicto con la
muerte, estaban cantando: “¡ÉL ha resucitado!”, e intuitivamente yo supe que se
referían a mí.
Luego parecía que yo estaba
caminando en la noche. En seguida me topé con una escena que parecía haber sido
la antigua piscina de Bethesda, porque en este lugar yacía una gran multitud de
gente impotente – ciegos, paralíticos, moribundos – esperando, no por la movida
de las aguas como era la tradición, sino esperándome a mí. Cuando me acerqué,
sin pensamiento ni esfuerzo de mi parte ellos fueron, uno tras otro, moldeados como
por el Mago de lo Hermoso. Ojos, manos, pies – todas las extremidades faltantes
– fueron traídas de alguna reserva invisible, y moldeadas en armonía con
aquella perfección que sentí emanar desde mi interior. Cuando todos fueron
hechos perfectos, el coro exaltó: “Se ha cumplido”. Luego la escena se
disolvió, y me desperté.
Yo sé que esta visión fue el
resultado de mi intensa meditación sobre la idea de perfección, porque mis
meditaciones invariablemente traen una unión con el estado contemplado. Yo había
sido tan completamente absorbido por la idea que por un momento me había
convertido en lo que contemplaba, y el alto propósito con el cual en ese
momento me había identificado, atrajo la compañía de cosas elevadas, y moldeó a
la visión en armonía con mi naturaleza
interna. El ideal con el cual somos unidos, funciona por la asociación de ideas
para despertar a miles de humores para crear un drama conforme a la idea
central.
La primera vez que descubrí esta
relación cercana de humores con visión, yo tenía alrededor de 7 años de edad. Me
hice consciente de un misterioso movimiento creciente de vida dentro mío, como
un océano tormentoso de aterrador poderío. Yo siempre sabía cuando iba a ser
unido a esta identidad escondida, porque mis sentidos estaban expectantes en
las noches de estas apariciones, y yo sabía sin ninguna duda que antes de que
amanezca yo estaría solo con esta inmensidad. Temía tanto a estas apariciones,
que yacía despierto hasta que mis ojos por puro cansancio se cerraban. Cuando
mis ojos se cerraban para dormir, ya no estaba solo sino que era afligido de
pies a cabeza por otro ser, y aun así yo sabía que era yo mismo. Parecía ser más
antiguo que la vida, y aun así más cercano que mi niñez. Si cuento lo que
descubrí en estas noches, lo hago no para imponer mis ideas sobre otros, sino
para dar esperanza a aquellos que buscan la ley de la vida.
Descubrí que mi humor expectante
funcionaba como un imán para unirme con este Yo Mas Grande, mientras que mis
miedos lo hacían aparecer como un tormentoso océano. De niño, yo concebía a
este, mi propio misterioso ser, como
poderío, y en mi unión con él, sentía su majestad como un tormentoso océano que
me inundaba, me hacía rodar, y me lanzaba como a una ola indefensa.
Ya de hombre, lo concebí como
Amor, y a mí mismo como a su hijo, y en mi unión con él, ahora, ¡Que amor que
me envuelve! Es un espejo de todos. Lo que sea que concebimos que es, eso mismo
será para nosotros.
Yo creo que es el centro a través
del cual todos los hilos del Universo son atraídos; por lo tanto he alterado
mis valores y cambiado mis ideas para que ahora dependan y estén en armonía con
esta única causa de todo lo que existe. Para mi es aquella inalterable realidad
que crea circunstancias en armonía con nuestro concepto de nosotros mismos.
Mis experiencias místicas me han
demostrado que no hay otra manera de traer la perfección externa que buscamos,
que no sea por la transformación de nosotros mismos.
Tan pronto como tengamos éxito en
transformarnos a nosotros mismos, el mundo se derretirá mágicamente ante nuestros
ojos, y se remoldará a sí mismo en armonía con aquello que nuestra
transformación afirma.
Contaré otras dos visiones porque
traen la verdad de mi afirmación de que nosotros, por la intensidad del amor y
odio, nos convertimos en lo que contemplamos.
Una vez, con los ojos cerrados
radiantes de contemplación, medité en la eterna pregunta, “¿Quién soy Yo?”, y
sentí que gradualmente me disolvía en un océano sin costas de luz vibrante; la
imaginación atravesando más allá de todo miedo a la muerte. En este estado, no
existía nada más que yo mismo, un océano sin límites de luz liquida. Nunca
antes me había sentido más íntimo con el Ser.
Por cuánto tiempo duró esta
experiencia, no lo sé, pero mi retorno a la tierra fue acompañado por un
sentimiento distintivo de cristalización de nuevo hacia la forma humana.
Y en otra ocasión, yo estaba
acostado en mi cama con mis ojos cerrados como dormido, contemplaba sobre el
misterio de Buda. Luego de un rato, las oscuras cavernas de mi cerebro
comenzaron a iluminarse.
Parecía que yo estaba rodeado por
nubes luminosas las cuales emanaban de mi cabeza como fogosos y pulsantes aros.
No veía otra cosa más que estos luminosos aros por un rato. Luego allí,
apareció ante mis ojos una roca de cristal de cuarzo. Mientras la miraba, el
cristal se rompió en pedazos, los cuales unas manos invisibles moldearon en un
Buda viviente. Mientras miraba esta figura meditativa, vi que era Yo mismo. Yo
era el Buda viviente el cual contemplaba. Una luz como el sol brillaba desde
esta imagen viviente de mí mismo, con intensidad creciente, hasta que explotó.
Luego la luz se disolvió gradualmente, y una vez más yo estaba de vuelta en la
oscuridad de mi habitación.
¿De qué esfera o tesoro de diseño
vino este ser más poderoso que lo humano, sus vestiduras, el cristal, la luz?
Si yo vi, escuché, y me moví en un mundo de seres reales cuando me pareció que
estaba caminando en la noche, cuando el rengo, el paralitico, el ciego fueron
transformados en armonía con mi naturaleza interna, entonces estoy justificado
en asumir que tengo un cuerpo más imperceptible que el físico, un cuerpo que
puede desapegarse de lo físico y ser usado en otras esferas; porque ver,
escuchar, o moverse son funciones de un organismo, no importa cuán etéreo. Si
reflexiono sobre la alternativa, de que mis experiencias psíquicas fueron una fantasía
auto-concebida, aun así soy movido a preguntarme sobre este propio ser más
poderoso, que proyecta en mi mente un drama tan real como aquellos que yo
experimento cuando estoy completamente despierto.
En estas meditaciones intensas,
he entrado una y otra vez, y yo sé sin duda alguna que ambas asunciones son
verdaderas. Alojado dentro de esta forma de la tierra hay un cuerpo sintonizado
a un mundo de luz, y yo, por meditación intensa, lo elevé como con un imán a
través del cráneo de esta oscura casa de carne.
La primera vez que desperté los
fuegos dentro de mí, pensé que mi cabeza explotaría. Había una vibración
intensa en la base de mi cráneo, luego repentino olvido de todo. Luego me
encontré a mí mismo vestido en una vestimenta de luz, y conectado por una
cuerda plateada elástica al cuerpo dormido en la cama. Mis sentimientos estaban
tan exaltados que me sentí conectado con las estrellas. En esta vestimenta,
deambulé esferas más familiares que la tierra, pero me encontré con que, así
como en la tierra, las condiciones eran moldeadas en armonía con mi naturaleza.
“Fantasía auto-concebida”, te escucho decir. No más que las cosas de la tierra.
Yo soy un ser inmortal,
concibiéndome a mí mismo como el hombre, y formando mundos en la semejanza e
imagen de mi concepto de mí mismo.
Lo que imaginamos, eso es lo que
somos. Por nuestra imaginación, hemos creado este sueño de la vida, y por
nuestra imaginación volveremos a entrar a aquel eterno mundo de luz, convirtiéndonos
en aquello que éramos antes de que imagináramos al mundo.
En la economía divina, nada está
perdido. No podemos perder nada salvo al descender de la esfera donde la cosa
tiene su vida natural.
No existe poder transformador en
la muerte y, ya sea que estemos aquí o allí, crearemos al mundo que nos rodea
por la intensidad de nuestra imaginación y sentimiento, y nosotros iluminamos u
oscurecemos nuestras vidas por los conceptos que sostenemos de nosotros mismos.
Nada es más importante para nosotros que nuestro concepto de nosotros mismos, y
esto es especialmente cierto de nuestro concepto de Aquel que está en lo
profundo y escondido dentro de nosotros.
Aquellos que nos ayudan o nos
lastiman, ya sea que lo saben o no, son los sirvientes de aquella ley que da
forma a las circunstancias externas en armonía con nuestra naturaleza interna.
Es nuestro concepto de nosotros
mismos lo que nos libera o nos restringe, aunque utilice agentes materiales
para lograr su propósito.
Dado a que la vida moldea el
mundo externo para reflejar las organizaciones internas de nuestra mente, no
hay otra forma de traer a la existencia la perfección externa más que por la
transformación de nosotros mismos.
Ninguna ayuda viene de afuera;
los montes a los cuales alzaremos nuestros ojos son aquellos de niveles
internos.
Por lo tanto, es a nuestra propia
conciencia a la cual nos tenemos que dirigir como la única realidad, el único
fundamento sobre el cual todo fenómeno puede ser explicado. Podemos confiar
absolutamente en la justicia de esta ley, que nos dará solamente aquello que es
de la naturaleza de nosotros mismos.
Intentar cambiar al mundo antes
de que cambiemos nuestro concepto de nosotros mismos, es luchar contra la
naturaleza de las cosas. No puede haber un cambio externo hasta que no haya
primero un cambio interno. Así como es adentro, es afuera. No estoy proponiendo
indiferencia filosófica cuando sugiero que deberíamos imaginarnos a nosotros
mismos como si ya fuéramos aquello que queremos ser, viviendo en una atmosfera
mental de grandeza, en vez de usar medios físicos y argumentos para traer a la
existencia el cambio deseado.
Todo lo que hacemos, sin estar
acompañado por un cambio en la conciencia, es tan solo fútiles reajustes de las
superficies. Por mucho que nos esforcemos y luchemos, no podemos recibir más de
lo que nuestras asunciones subconscientes afirman.
Protestar en contra de cualquier
cosa que nos sucede, es protestar en contra de la ley de nuestro ser y nuestra
soberanía sobre nuestro propio destino.
Las circunstancias de mi vida
están muy cercanamente relacionadas con mi concepto de mí mismo como para no
haber sido lanzadas por mí propio espíritu desde algún mágico depósito de mi
ser.
Si hay dolor en mí por estos
sucesos, debería buscar dentro de mí mismo la causa, porque soy movido de aquí
para allí y obligado a vivir en un mundo en armonía con mi concepto de mí
mismo.
La meditación intensa genera una
unión con el estado contemplado, y durante esta unión vemos visiones, tenemos
experiencias, y nos comportamos de acuerdo a nuestro cambio de conciencia. Esto
nos muestra que una transformación de conciencia, resultará en un cambio de
ambiente y comportamiento.
Sin embargo, nuestras
alteraciones ordinarias de conciencia, cuando pasamos de un estado a otro, no
son transformaciones, porque cada una de ellas es tan rápidamente reemplazada
por otra en dirección contraria; pero cuando un estado crece tan estable como
para definitivamente expulsar sus rivales, entonces aquel estado habitual
central define al carácter y es una verdadera transformación. Decir que somos
transformados, significa que las ideas previamente secundarias en nuestra
conciencia ahora toman un lugar central, y forman el centro habitual de nuestra
energía.
Todas las guerras prueban que las
emociones violentas son extremadamente potentes en provocar reorganizaciones
mentales. Cada gran conflicto ha sido seguido por una era de materialismo y
avaricia en la cual los ideales por los cuales el conflicto aparentemente fue
declarado, son sumergidos. (Es decir, el
ideal, el propósito por el cual el conflicto surgió, ahora es completamente
olvidado y reemplazado por el materialismo)
Esto es inevitable porque la guerra
evoca al odio, lo cual impulsa un descenso en la conciencia desde el plano del
ideal al nivel donde el conflicto es declarado.
Si nos pudiéramos estimular
emocionalmente sobre nuestros ideales de la manera en que lo hacemos por
nuestros disgustos, ascenderíamos al plano de nuestros ideales tan fácil como ahora
descendemos al nivel de nuestros odios.
El amor y el odio tienen un poder
mágico transformativo, y crecemos cuando los ejercemos en la semejanza de lo
que contemplamos. Por la intensidad de nuestro odio creamos en nosotros mismos
el carácter que imaginamos en nuestros enemigos. Las cualidades mueren por
falta de atención, así que los estados desagradables pueden ser mejor
eliminados al imaginar “belleza en lugar de cenizas, y alegría en lugar de
luto” (Isaías 61: 3), que atacando directamente al estado desde el cual seríamos
liberados.
“Todo lo sea amable, todo lo que
sea honorable, en esto meditad.” (Filipenses 4: 8), porque nos convertimos en
aquello con lo cual estamos en afinidad.
No hay nada que cambiar, salvo
nuestro concepto de nuestro ser.
La humanidad es un solo ser, a
pesar de sus muchas formas y caras, y existe en ella tan solo una aparente
separación, como la que encontramos en nuestro propio ser cuando estamos
soñando.
Las imágenes y circunstancias que
vemos en los sueños son creaciones de nuestra propia imaginación y no tienen
existencia salvo en nosotros mismos. Lo mismo es verdad de las imágenes y
circunstancias que vemos en este sueño de la vida. Estos revelan nuestro
concepto de nosotros mismos. Tan pronto como tengamos éxito en transformar a
nuestro ser, nuestro mundo se disolverá y reformará a sí mismo en armonía con
aquello que nuestro cambio afirma.
El universo el cual estudiamos
con tanto cuidado es un sueño, y nosotros somos los soñadores del sueño,
soñadores eternos soñando sueños no-eternos. Un día, como Nabucodonosor, nos
despertaremos del sueño, de la pesadilla en la que luchamos con demonios, para
descubrir que nunca hemos realmente dejado a nuestro hogar eterno; que nunca
hemos nacido y que nunca hemos muerto salvo en nuestro sueño.
Titulo original en inglés: THE
SEARCH
YY
*¡Ten en
cuenta que el mail se escribe con doble LL y Z!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario