(Título original: YOUR FAITH IS YOUR FORTUNE)
NEVILLE GODDARD
TRADUCCION ORIGINAL: DESCONOCIDA
TEXTOS BIBLICOS AGREGADOS, Y CAPITULOS INCLUIDOS
TRADUCIDOS POR: LAURA ARROJO
CAPITULO
1: ANTES DE ABRAHAM.
“En verdad os digo que antes
de que existiera Abraham, YO SOY.”
Juan 8:58.
“En el
principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.”
(Juan 1:1)
En el principio existía la consciencia no condicionada
de ser, y la consciencia no condicionada de ser se tornó condicionada al
imaginarse que era algo, y la consciencia no condicionada de ser se convirtió
en aquello que había imaginado ser. Así comenzó la creación.
Por esta ley (primero concebir, luego convertirse en
lo concebido), todas las cosas evolucionan a partir de la Nada, y sin esta
secuencia no hay nada que sea creado.
Antes de que existiera Abraham, o el
mundo, yo soy. Cuando todo el
tiempo deje de existir, yo soy. Yo soy la
consciencia informe de ser, concibiéndome como una persona. Por mi eterna ley
del ser, debo ser y expresar todo lo que creo ser.
Yo soy la eterna Nada que contiene dentro de mi ser informe la
capacidad de ser todas las cosas. Yo soy aquello
en lo que viven, se mueven y tienen su existencia todas mis ideas de mí mismo,
y no existen separadas de eso.
Habito dentro de cada concepto de mí mismo y, desde
esa interioridad, busco continuamente trascender todos los conceptos de mí
mismo, únicamente porque creo ser eso que trasciende.
Yo soy la ley del ser y, aparte de mí, no hay ninguna ley. Yo soy lo que Yo soy.
CAPITULO
2: TÚ DECRETARÁS.
“Determinarás asimismo una cosa, y te será firme,
Y sobre tus caminos resplandecerá luz.” Job 22:28.
Y sobre tus caminos resplandecerá luz.” Job 22:28.
“Así, la palabra que salga de mi boca no regresará a
mí vacía, sino que realizará lo que yo deseo, y llevará a
cabo aquello que la envié a hacer. “
Isaías 55:11.
El
hombre puede decretar una cosa y entonces ocurrirá.
El ser humano siempre ha
decretado aquello que ha aparecido en su mundo. Actualmente está decretando lo
que está apareciendo en su mundo y continuará haciéndolo mientras siga siendo
consciente de que es un ser humano.
Jamás ha aparecido nada en el
mundo que el hombre no haya decretado que aparezca. Puedes negar esto, pero por
mucho que lo intentes no puedes refutarlo, porque este acto de decretar se basa
en un principio inmutable. El ser humano no ordena que las cosas aparezcan
mediante sus palabras, las cuales, en la mayoría de los casos, son una
confesión de sus dudas y sus temores. Decretar es algo que se hace en la
consciencia.
Toda persona expresa
automáticamente aquello que es consciente de ser. Sin ningún esfuerzo, o sin
utilizar palabras, en cada momento, la persona está ordenándose a sí misma
ser y poseer aquello que es consciente de ser y de poseer. Este principio
inmutable de expresión está escenificado en todas las Biblias del mundo. Los
escritores de nuestros libros sagrados eran místicos iluminados, maestros del
pasado en el arte de la psicología. Al contar la historia del alma,
personificaron este principio impersonal en la forma de un documento histórico,
tanto pata preservarlo como para ocultarlo de los ojos de los no iniciados.
Actualmente, aquellas personas a las que les ha
sido confiado este gran tesoro, es decir, el clero del mundo, han olvidado
que las Biblias son dramas psicológicos que representan la consciencia del
hombre; en su ciego olvido, ahora enseñan a sus seguidores a adorar a sus
personajes como si fueran hombres y mujeres que realmente vivieron en el tiempo
y el espacio.
Cuando el ser humano vea la Biblia como un gran
drama psicológico en el que todos sus personajes y actores son la
personificación de las cualidades y los atributos de su propia consciencia,
entonces, y sólo entonces, la Biblia le revelará la luz de su simbología. Este
principio impersonal de la vida que creó todas las cosas está representado como
Dios. Descubrimos que este Señor Dios, creador del Cielo y de la Tierra, es la
consciencia de ser del hombre. Si las personas estuvieran menos limitadas por
la ortodoxia y observaran de una forma más intuitiva, no podrían evitar notar,
al leer la Biblia, que la consciencia de ser es revelada cientos de veces a lo
largo de ese texto. Por nombrar unas pocas: «El
yo soy me ha enviado a vosotros» Éxodo 3:14. «Aquiétate y sabe que Yo soy Dios.»
Salmo 46:10. «Yo soy el Señor y no hay ningún Dios.» Isaías 45:5. . «Yo soy el Señor tu Dios, y no hay otro.» Joel 2:27. «Yo soy el
pastor.» Juan 10:11. «Yo soy la
puerta.» Juan 10: 9. «De cierto, de
cierto os digo: yo soy la puerta de las ovejas.» Juan 10:7. «Yo soy la resurrección y la vida.»
Juan 11:25. «Yo soy el camino.»
Juan 14:6. «Yo soy el principio y el fin.» Apocalipsis 22:13. «Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin,
dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso. » Apocalipsis 1:8.
Yo soy; la
consciencia de ser no condicionada del ser humano es revelada como el Señor y
el creador de todos los estados condicionados de ya existencia. Si el hombre
pudiera abandonar su creencia en un Dios separado de él, reconociendo que su
consciencia de ser es Dios (consciencia que se forma a imagen y semejanza de su
idea de sí mismo), transformaría su mundo, que dejaría de ser un desierto
estéril para convertirse en un terreno fértil de su agrado.
El día en que el ser humano haga esto sabrá que él y
su Padre son uno, pero su Padre es más grande que él. Sabrá que su consciencia
de ser es una con aquello que él es consciente de ser, pero que su consciencia
no condicionada de ser es más grande que su estado condicionado o su idea de sí
mismo.
Cuando el ser humano descubra que su consciencia es el
poder de expresión impersonal, un poder que se representa eternamente en sus
ideas de sí mismo, adoptará y se apropiará de ese estado de consciencia que
desea expresar. Al hacer esto, se convertirá en ese estado de expresión.
«Decretarás una cosa y entonces ocurrirá» puede expresarse
ahora de la siguiente manera: Serás consciente de ser o poseer una cosa y
entonces expresarás o poseerás aquello que eres consciente de ser.
La ley de la consciencia es la única ley de expresión.
«Yo soy el camino.» «Yo soy la resurrección». La consciencia es
el camino, así como el poder que resucita y expresa todo lo que el ser humano
es consciente de ser.
Apártate de la ceguera de la persona
no iniciada que intenta expresar y poseer
esas cualidades y cosas que no es consciente de ser y poseer, y sé el
místico iluminado que decreta en la base de esta ley inmutable. Declara
conscientemente que eres eso que deseas; aprópiate de la consciencia de eso que
deseas, y tú también conocerás la posición del verdadero místico, de la
siguiente manera:
Yo he llegado a ser consciente de ser eso. Todavía soy
consciente de ser eso. Y seguiré siendo consciente de ser eso, hasta que
aquello que soy consciente de ser se exprese a la perfección.
Sí, decretaré
una cosa y entonces ocurrirá.
CAPITULO
3: EL PRINCIPIO DE LA VERDAD.
«Conoceréis la verdad y la verdad os hará
libres». Juan 8:32.
La verdad que libera al hombre
es el conocimiento de que su consciencia es la resurrección y la vida, de que
su consciencia resucita y da vida a todo lo que él es consciente de ser. Fuera
de la consciencia, no existen ni la resurrección ni la vida.
Cuando el ser humano renuncie
a su creencia en un Dios separado de él y empiece a reconocer que su
consciencia de ser es Dios, como hicieron Jesús y los profetas, entonces
transformará su mundo al darse cuenta de que «Mi Padre y yo somos uno, (Juan
10:30) pero mi Padre es más grande que yo». Juan 14:28. Sabrá que su
consciencia es Dios y que aquello que él es consciente de ser es el hijo que es
testigo de Dios, el Padre.
El que concibe una idea y la
idea concebida son uno, pero el que concibe es más grande que aquello que
concibe. Antes de que existiera Abraham, Yo soy.
Sí, yo era consciente de existir antes de ser consciente de que soy una
persona, y el día en que deje de ser consciente de que soy una persona, seguiré
siendo consciente de que existo.
La consciencia de ser no
depende de que uno sea nada. Precedió a todas las ideas de sí misma y seguirá
existiendo cuando todas las ideas de sí misma dejen de existir. «Yo soy el principio y el fin.» Es decir,
todas las cosas o las ideas de mí mismo empiezan y acaban en mí, pero yo, la
consciencia informe, permaneceré eternamente.
Jesús descubrió esta gloriosa verdad y declaró que Él
era uno con Dios, no con el Dios que el hombre había creado, porque El jamás
reconoció a ese Dios.
Jesús descubrió que Dios era Su consciencia de ser y
por eso le dijo al hombre que el Reino de Dios y el Cielo estaban en el
interior. (Lucas 17:21, 23.)
Cuando se dice que Jesús abandonó el mundo y se
marchó con Su Padre, [“Él fue recibido en Los Cielos”, Marcos 16:19, Lucas 24:51] simplemente se está afirmando que El alejó su
atención del mundo de los sentidos y elevó su consciencia hasta ese nivel que
deseaba expresar. Ahí permaneció hasta que se volvió uno con la consciencia a
la que El ascendió. Cuando regresó al mundo humano, pudo actuar con la
seguridad positiva de que Él era consciente de ser, un estado de consciencia
que sólo El sentía o sabía que poseía. La persona que ignora esta ley eterna de
expresión ve esos acontecimientos como milagros.
Elevar tu consciencia hasta el nivel
de la cosa deseada y permanecer ahí hasta que ese nivel se convierta en tu
naturaleza es el camino que lleva a lo que aparentemente son milagros. «Y yo,
si soy elevado, a todos los atraeré hacia mí.» (Juan 12:32). Si soy elevado en
consciencia hasta la naturalidad de la cosa deseada, atraeré la manifestación
de ese deseo hacia mí.
«Ninguna persona viene a mí si no es
atraída por el Padre que está dentro de mí, y mi Padre y yo somos uno.» Juan
10:30. Mi consciencia es el Padre que atrae la manifestación de la vida hacia
mí. La naturaleza de la manifestación está determinada por el estado de
consciencia en el que habito. Siempre estoy atrayendo a mi mundo aquello que
soy consciente de ser.
Si estás insatisfecho con tu actual
expresión de vida, entonces debes volver a nacer. El renacimiento es abandonar
ese nivel con el que estás insatisfecho y elevarte al nivel de consciencia que
deseas expresar y poseer.
No puedes servir al mismo
tiempo a dos señores (Mateo 6:24, Lucas 16:32), o estados de consciencia
opuestos.
Al retirar tu atención de un
estado y colocarla en el otro, mueres para el que has dejado y vives y expresas
aquel al que estás unido.
El ser humano no entiende cómo
es posible que pueda expresar aquello que desea ser por una ley tan simple como
la de adquirir la consciencia de lo deseado. El motivo de esta falta de fe por
parte del hombre es que ve el estado deseado a través de la consciencia de sus
limitaciones actuales. Por lo tanto, naturalmente, la ve como algo imposible de
conseguir.
Una de las primeras cosas que el ser
humano debe saber es que, al tratar con
esta ley espiritual de la consciencia, no se puede poner vino nuevo en botellas
viejas, o nuevos parches en ropa vieja (Mateo 9:16,17; Marcos 2:21,22; Lucas
5:36-39).
Es decir, que uno no puede llevar al
nuevo estado de consciencia nada del actual estado de consciencia. Porque el
estado buscado es que, está completo en sí mismo y no necesita parches. Cada
nivel de consciencia se expresa automáticamente.
Elevarte hasta el nivel de cualquier
estado es convertirte automáticamente en ese estado en expresión. Pero para
poder elevarte al nivel que actualmente no estás expresando, debes dejar aparte
la consciencia con la que ahora te identificas. Hasta que no hayas dejado tu
consciencia actual, no podrás elevarte a otro nivel. No te desanimes. Abandonar
tu identidad actual no es tan difícil como podría parecer.
La invitación de las escrituras:
«Estar ausente del cuerpo y estar presente con el Señor» (2 Corintios 5:8, 1
Corintios 5:3, Colosenses 2:5), no es para unos pocos elegidos; es un
llamamiento general a toda la humanidad. El cuerpo del que se te está invitando
a escapar es tu idea actual de ti mismo, con todas sus limitaciones, mientras
que el Señor con el que debes estar presente es tu consciencia de ser.
Para realizar esta proeza aparentemente imposible,
debes apartar tu atención de tu problema y colocarla en el simple hecho de
existir. Dices en silencio, pero con sentimiento: «Yo soy». No condiciones esta consciencia y sigue declarando:
«Yo soy — Yo soy». Simplemente, siente que no tienes
rostro ni forma, y continúa haciéndolo hasta que sientas que flotas.
«Flotar» es un estado psicológico que niega completamente
lo físico. Mediante la práctica, en estado de relajación y negándote de buena
gana a reaccionar a las impresiones sensoriales, es posible desarrollar un
estado de consciencia de receptividad pura. Esto es algo sorprendentemente
fácil de lograr. En este estado de desapego absoluto, una clara firmeza de
pensamiento intencionado puede ser grabada indeleblemente en tu consciencia no
modificada. Este estado de consciencia es necesario para una auténtica meditación.
Esta maravillosa experiencia de
elevarte y flotar es la señal de que estás ausente del cuerpo o del
problema y que ahora estás presente en el Señor. En este estado expandido sólo
eres consciente de ser el YO SOY – YO SOY; sólo eres consciente de existir.
Cuando se logra esta expansión
de la consciencia, dentro de esta profundidad informe de ti mismo, debes dar
forma a la nueva idea declarando y sintiendo que eres aquello que deseabas ser
antes de entrar en este estado. Descubrirás que dentro de esa profundidad informe
de ti mismo todas las cosas parecen ser divinamente posibles. Cualquier cosa
que sinceramente sientas que eres mientras estás en este estado expandido se
convierte, con el tiempo, en tu expresión natural.
Y Dios dijo: «Haya un firmamento entre las aguas».
(Génesis 1:6). Sí, que haya una firmeza o convicción en medio de esta consciencia
expandida, mediante el saber y el sentir que YO SOY eso, la cosa deseada.
Cuando declaras y sientes que eres la cosa deseada,
estás cristalizando esa luz líquida informe que tú eres, coinvirtiéndola en la
imagen y semejanza (Génesis 1:26) de aquello que eres consciente de ser.
Ahora que la ley de tu ser te ha sido
revelada, comienza hoy mismo a cambiar tu mundo mediante la reevaluación de ti
mismo. Durante demasiado tiempo, el hombre se ha aferrado a la creencia de que
nace del dolor y de que debe conseguir su salvación con el sudor de su frente.
Dios es impersonal y no hace diferencias entre las personas (Hechos 10:34;
Romanos 2:11). Mientras el ser humano continúe teniendo esta creencia de
dolor, seguirá caminando en un mundo de tristeza y confusión, porque el mundo,
en todos sus detalles, es la consciencia del ser humano cristalizada.
En el Libro de los Números está escrito: «Había
gigantes en las tierras y a nosotros nos pareció que éramos como saltamontes, y
a ellos les pareció que nosotros éramos como saltamontes». (13:33).
Hoy es el día, el ahora eterno, en el que las
condiciones en el mundo han alcanzado la apariencia de gigantes. Los desempleados,
los ejércitos del enemigo, la competitividad en los negocios, etc., son los
gigantes que hacen que te sientas como un saltamontes indefenso.
Nos dicen que primero nos pareció que éramos como saltamontes
y que, debido a este concepto de nosotros mismos, fuimos para el enemigo como
saltamontes.
Para los demás sólo podemos ser aquello que pensamos
de nosotros mismos. Por lo tanto, si nos reevaluamos y empezamos a sentir que
somos el gigante, un centro de poder, automáticamente cambiamos nuestra
relación con los gigantes, reduciendo a esos monstruos a su verdadero lugar,
haciendo que parezca que son ellos los saltamontes indefensos.
Pablo dijo al respecto: «Para los Griegos (los
llamados sabios del mundo) es necedad; y para los judíos (o aquellos que
buscan señales), un obstáculo», [Porque los judíos piden
señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros
predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y
para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos
como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios. Porque lo insensato de
Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los
hombres. 1 Corintios 1:22-25] con el resultado de que el hombre continúa
caminando en la oscuridad, en lugar de despertar a la consciencia de que «YO soy la luz del mundo». (Mateo 5:14; Juan
8:12).
El ser humano ha
adorado durante tanto tiempo las imágenes que él mismo ha fabricado, que al
principio le parece que esta revelación es blasfema, pero el día que descubra y
acepte este principio como la base de su vida, ese día acabará con su creencia
en un Dios que está separado de él.
La historia de la traición a
Jesús en el jardín de Getsemaní ilustra a la perfección el descubrimiento de
este principio por parte del hombre. En ella se nos cuenta que la muchedumbre,
armada con palos y antorchas, buscaba a Jesús en la oscuridad de la noche.
Mientras preguntaban dónde
estaba Jesús (la salvación), la voz respondió: «YO soy», ante lo cual la multitud cayó al suelo. Al recuperar
la compostura, volvieron a pedir que se les mostrara el escondite del salvador
y, una vez más, el salvador dijo: «Os he dicho que YO SOY. Por lo tanto, si me
buscáis, dejad todo lo demás». (Juan 18:8).
El hombre, en la oscuridad de
la ignorancia humana, sale a buscar a Dios, ayudado por la luz parpadeante de
la sabiduría humana. Cuando se le revela que su YO SOY, o consciencia de ser,
es su salvador, la conmoción es tan grande que, mentalmente, cae al suelo,
porque todas sus creencias se tambalean al comprender que su consciencia es su
único salvador. El conocimiento de que su Yo SOY es Dios obliga a la persona a
dejar a todas las demás, porque le resulta imposible servir a dos dioses. El
ser humano no puede aceptar que su consciencia de ser es Dios y, al mismo
tiempo, creer en otra deidad.
Con este descubrimiento, la oreja o la audición del
hombre (la comprensión) es cortada por la espada de la fe (Pedro) mientras que
su oído perfecto y disciplinado (la comprensión) es restablecido por (Jesús) el
conocimiento de que el YO SOY es el Señor y el Salvador.
Para que la persona pueda transformar su mundo,
primero debe echar estos cimientos, o tener esta comprensión: “YO soy el Señor. [Y no hay nadie más”
Isaias 45:5].
La persona debe saber que su consciencia de ser
es Dios. Hasta que esto esté firmemente establecido, de manera que ninguna
sugerencia o argumento de los demás pueda hacerle flaquear, se encontrará
regresando a la esclavitud de su antigua forma de ser. «Si no crees que Yo soy Él, morirás en tus pecados.» (Juan
8:24).
A menos que la persona descubra que su
consciencia es la causa de todas las expresiones de su vida, continuará
buscando la causa de su confusión en el mundo de los efectos, y entonces morirá
en su infructífera búsqueda.
«Yo soy
la vid y vosotros sois las ramas.» (Juan 15:5).
La consciencia es la vida, y aquello
que eres consciente de ser es como las ramas a las que alimentas y mantienes
vivas. Del mismo modo que la rama no tiene vida si no está adherida a la vid,
las cosas no tienen vida si tú no eres consciente de ellas. Así como una rama
se marchita y muere si la savia de la vid deja de fluir hacia ella, también las
cosas y las cualidades desaparecen si retiras tu atención de ellas; porque tu
atención es la savia de vida que sustenta la expresión de tu vida.
CAPITULO
4: ¿A QUIÉN BUSCAS?
“Os
he dicho que Yo SOY; por lo tanto, si me buscáis a mí, dejad que éstos se
vayan.” Juan 18:8.
En cuanto les dijo
«YO SOY»
“Y cuando Él les dijo: Yo Soy, retrocedieron y cayeron
en la tierra.” Juan 18:6.
Hoy en
día se dicen tantas cosas sobre los Maestros, los Hermanos Mayores, los
Expertos y los iniciados, que numerosos buscadores de la verdad están siendo
llevados continuamente a conclusiones erróneas al buscar estas falsas luces.
Por un
precio, la mayoría de estos seudo-maestros ofrece a sus alumnos una iniciación
a los misterios, prometiéndoles orientación y dirección. La debilidad del ser
humano por los líderes, así como su culto a los ídolos, lo convierte en presa
fácil para estas escuelas y estos maestros.
La mayoría de estos estudiantes tiene buena
voluntad y, después de años de espera y sacrificios, acaba descubriendo que
estaba siguiendo un espejismo.
Sienten que sus escuelas y sus metros los han
decepcionado, y esta desilusión valdrá el esfuerzo y el precio que han pagado
por su búsqueda infructuosa.
Entonces dejarán de adorar al hombre y, al
hacerlo, descubrirán que aquello que buscan no se encuentra en otra persona,
porque el Reino del Cielo está en su interior. (Lucas 17:21).
Darse cuenta de esto será su primera iniciación
verdadera. La lección aprendida será ésta: Sólo hay un Maestro y ese Maestro es
Dios, el Yo soy, que está dentro
de nosotros mismos.
«Yo soy
el Señor tu Dios, que te conducirá fuera de la tierra de la oscuridad;
fuera de la casa de la esclavitud.» (Éxodo 20:2, Deuteronomio 5:6).
El Yo soy,
tu consciencia, es el Señor y el Maestro y, aparte de tu consciencia, no
hay ningún Señor ni ningún Maestro. Tú eres el Señor de todo aquello de lo que
eres consciente de ser.
Sabes que lo eres, ¿no es verdad? Saber que eres algo
es el Señor y el Maestro de aquello que sabes que eres. Podrían aislarte
completamente de aquello que eres consciente de ser; sin embargo, a pesar de
todas las barreras humanas, podrías atraer hacia ti, sin esfuerzo, todo lo que eres
consciente de ser.
La persona que es consciente de ser pobre no necesita
la ayuda de nadie para expresar su pobreza. La persona que es consciente de
estar enferma, aunque sea aislada en la zona más herméticamente sellada y libre
de gérmenes del mundo, expresaría su enfermedad.
No hay ninguna barrera para Dios, porque Dios es tu
consciencia de ser. Independientemente de lo que seas consciente de ser,
puedes expresarlo sin esfuerzo, y lo haces.
Deja de esperar a que llegue un Maestro; él está
contigo siempre. «Yo estoy contigo
siempre, incluso hasta el fin del mundo.» (Mateo 28:20).
De vez en cuando sabrás que eres
muchas cosas, pero no necesitas ser nada para saber que lo eres. Si lo deseas,
puedes desprenderte del cuerpo que tienes; al hacerlo, te darás cuenta de que
eres una consciencia sin rostro, sin forma, y que no dependes de tu forma para
expresarte.
Sabrás que eres y, además, descubrirás que el hecho de saber que
eres es Dios, el Padre, que precedió a todo aquello que alguna vez has
sabido que eres. Antes de que existiera el mundo, tú eras consciente de existir y, por lo tanto, decías: «Yo soy». Y el Yo soy existirá después de que todo aquello que sabes
que eres deje de ser.
No existen los Maestros
Ascendidos. Acaba con esa superstición. Siempre estarás elevándote de
un nivel de consciencia (maestro) a otro, y al hacerlo manifestarás el nivel
ascendido, expresando esa consciencia recientemente adquirida.
Dado que la consciencia es el Maestro y el Señor, tú
eres el Mago Maestro que hace que se manifieste aquello que ahora eres
consciente de ser.
«Porque Dios (la consciencia) llama a aquellas cosas
que no existen como si existieran.» (Romanos 4:17). Las cosas que ahora no
existen serán vistas en cuanto seas consciente de ser aquello que ahora no ves.
El elevarte de un nivel de consciencia a otro es la
única ascensión que experimentarás jamás. Ninguna persona puede elevarte al
nivel que deseas. El poder de ascender está dentro de ti; es tu consciencia.
Te apropias de la consciencia del nivel que deseas
expresar al declarar que ahora estás expresando ese nivel. Eso es la
ascensión. Es ilimitada, porque jamás agotarás tu capacidad de ascender.
Dale la espalda a la superstición humana de la
ascensión, con su creencia en los maestros, y encuentra al maestro único y
eterno que está dentro de ti.
«El que está en ti es mucho más grande que el que está
en el mundo.» (1 Juan 4:4). Cree en esto.
No continúes en la ceguera, siguiendo el espejismo de
los maestros. Te aseguro que esa búsqueda sólo puede acabar en la decepción.
«Si me niegas (tu consciencia de
ser), yo también te negaré a ti.» (Mateo 10:33). «No tendrás a ningún otro
Dios, excepto a MI.» (Isaías 45:5; Joel 2:27). «Quédate quieto y sabe que Yo soy Dios.» (Salmos 46:10).
«Ponedme a prueba, a ver si no os
abro las ventanas del Cielo y derramo sobre vosotros una bendición, hasta que
ya no haya sitio suficiente para recibirla.» (Malaquías 3:10).
¿Crees que el Yo soy es capaz de hacer eso? Entonces,
declara que Yo soy aquello que
quieres ver derramándose. Afirma que eres aquello que deseas ser y que lo
serás.
No te lo daré por los maestros, sino
que, puesto que tú has reconocido que Yo soy
(tú) eso, te lo daré, porque Yo soy
todas las cosas para todos.
Jesús no se permitía ser llamado el Buen Maestro. Él
sabía que sólo hay un buen maestro. Sabía que ése es Su Padre en el Cielo: la
consciencia de ser. «El Reino de Dios» (el Bien) y el Reino de los Cielos están
dentro de ti. (Lucas 17:21).
Tu creencia en los maestros es
una confesión de tu esclavitud.
Sólo los esclavos tienen amos.
Cambia tu concepto de ti mismo y, sin la ayuda de maestros ni de ninguna otra
persona, transformarás automáticamente tu mundo para que se adapte a tu nueva
idea de ti mismo.
En el Libro de los Números se dice que hubo una época
en la que los seres humanos se consideraban a sí mismos como saltamontes y,
debido a esa idea de sí mismos, vieron gigantes en las tierras. Esto se aplica
a las personas de la actualidad como se aplicaba en el día en que fue escrito. El
concepto que tiene una persona de sí misma es tan similar al caso de los
saltamontes que automáticamente hace que las situaciones que le rodean parezcan
gigantescas; en su ceguera, pide a gritos a los maestros que le ayuden a
luchar contra sus gigantescos problemas.
Jesús intentó mostrarle a la gente que la salvación
estaba en su interior y le advirtió que no buscara a un salvador en los lugares
o las personas.
Si alguien viene y te dice, «busca aquí o busca ahí»,
no le creas, porque el Reino de los Cielos está dentro de ti. (Lucas 17:21).
Jesús no sólo no permitió que le
llamaran el Buen Maestro, sino que advirtió a sus seguidores:
«No saludéis a nadie por el camino». (Lucas 10:4; 2 Reyes 4:29). Dejó claro que
no deberían reconocer a ninguna autoridad o persona superior que no fuera Dios,
el Padre.
Jesús estableció la identidad del Padre como la consciencia
de ser de la persona. «Mi Padre y yo somos uno, pero mi Padre es más grande que
yo.» (Juan 10:30; Juan 14:28). Yo soy uno con todo aquello que soy
consciente de ser. Yo soy más
grande que aquello que soy consciente de ser. El creador es siempre más grande
que su creación.
«Como Moisés levantó la
serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del Hombre.» La
serpiente simboliza la idea actual que la persona tiene de sí misma, de ser
como una lombriz en la tierra, viviendo en el desierto de la confusión humana.
Del mismo modo que Moisés se levantó de su idea de sí mismo de «lombriz de la
tierra» para descubrir que Dios era su consciencia de ser, «El Yo SOY me ha
enviado» (Éxodo 3:14), también debes levantarte tú. El día que declares, como
lo hizo Moisés, «Yo soy el que Yo soy», (Éxodo 3:14), ese día tu declaración
florecerá en el desierto.
Tu consciencia es el mago
maestro que hace aparecer todas las cosas cuando se convierte en aquello que
quiere hacer aparecer. Este Señor y Maestro que tú eres puede hacer que
aparezca en tu mundo todo aquello que tú eres consciente de ser, y lo hace.
«Ninguna persona (manifestación) viene a mí si no es
atraída por mi Padre, y mi Padre y yo somos uno.» [Nadie puede
venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió, y yo lo resucitaré en el día
final. Juan 6:44; “Mi Padre, que me las ha dado, es más grande que todos; y de
la mano del Padre nadie las puede arrebatar. Mi Padre y Yo somos Uno.” Juan
10:29,30]. Tú estás continuamente atrayendo hacia ti aquello que eres
consciente de ser. Cambia tu idea de ti mismo: haz que deje de ser la de un
esclavo para convertirse en la idea de Cristo.
No debes avergonzarte de afirmar esto; solamente
cuando afirmes «Yo soy Cristo»
podrás hacer todas las obras de Cristo.
«Las obras que yo hago, vosotros
también las haréis, y más grandes que éstas
las haréis, porque yo me voy al Padre.» [“Ciertamente
les aseguro que el que cree en mí las obras que yo hago también él las hará, y
aun las hará mayores, porque yo vuelvo al Padre. “, Juan 14:12].
«Él se hizo igual a Dios y no
consideró ninguna usurpación realizar las obras de Dios.» (Filipenses 2:6).
Jesús sabía que cualquier persona que se
atreviera a declarar que es Cristo tendría automáticamente la capacidad de
expresar las obras de su idea de Cristo.
Jesús sabía también que el uso
exclusivo de este principio de expresión no le había sido dado sólo a Él. Se
refería constantemente a Su Padre en el Cielo.
Afirmaba que Sus obras no sólo serían
equivalentes, sino que serían superadas por la persona que se atreviera a
concebir que era más grande que El (Jesús), que la idea que Él tenía de Sí
Mismo.
Al afirmar que Él y Su Padre eran uno, pero que Su Padre
era más grande que Él, Jesús revelaba que su consciencia (Padre) era una con
aquello que Él era consciente de ser. Descubrió que, como Padre o consciencia,
Él era más grande que aquello que Él, como Jesús, era consciente de ser.
Tú y tu idea de ti mismo sois uno. Tú eres y siempre
serás más grande que cualquier idea que puedas llegar a tener de ti mismo. El
hombre no consigue hacer las obras de Jesucristo porque intenta realizarlas
desde su nivel de consciencia actual.
Jamás trascenderás tus logros actuales a través del
sacrificio y el esfuerzo. Tu actual nivel de consciencia sólo será trascendido
cuando dejes el estado actual y te eleves a un nivel superior.
Te elevas a un nivel de consciencia superior alejando
tu atención de tus limitaciones actuales y colocándola en aquello que deseas
ser. No intentes esto soñando despierto o haciéndote ilusiones, sino de una
forma positiva.
Afirma que eres la
cosa deseada. Yo soy eso; nada de
sacrificios, nada de dietas, nada de trucos humanos. Lo único que se te
pide es que aceptes tu deseo. Si te atreves a declararlo, lo expresarás.
Medita sobre esto. «No me
regocijo en los sacrificios de los hombres.» (probable Malaquías
1:10). «Ni con la fuerza ni con el
poder, sino con mi espíritu. » (Zacarías 4:6).
«Pedid y recibiréis. » (Mateo 7:7, Mateo 21:22, Marcos 11:24, Lucas
11:9, Juan 15:7, Juan 16:24). «Venid
a comer y beber sin precio.» (probable Isaías 55:1).
Las obras están acabadas. Lo único que necesitas hacer
para dejar que estas cualidades se expresen es afirmar: Yo soy eso. Declara que eres aquello que
deseas ser y lo serás.
Las expresiones siguen a las impresiones; no las
preceden. La prueba de que lo eres seguirá a la afirmación de que lo eres, no
la precederá.
«Dejadlo todo y seguidme» (Mateo 8:22; Mateo 9:9; Lucas
5:27), es una invitación doble para ti.
Primero te invita a alejarte completamente de todos
los problemas y, luego, te insta a que sigas caminando en la afirmación de que
tú eres aquello que deseas ser.
No seas como la esposa de Lot, que mira
atrás y se convierte en una estatua de sal (Génesis 19), o es conservada en el
pasado que está muerto. Debes ser como un Lot que no
mira atrás, sino que mantiene la vista enfocada en la tierra prometida, en la
cosa deseada.
Haz esto y sabrás que has encontrado al maestro, al
Mago Maestro, que hace que lo invisible se vuelva visible mediante la orden de
«Yo soy eso».
CAPITULO
5: ¿QUIÉN SOY YO?
“Pero ¿quién decís que Soy
YO?”
Mateo 16:15.
«Yo
soy el Señor; ése es mi nombre, y
no daré mi gloria a otro.» (Isaías 42:8). «Yo soy
el Señor, el Dios de toda Carne.» (Jeremías 32:27)
Este Yo soy que
está en tu interior, lector, esta percepción, esta consciencia de ser, es el
Señor, el Dios de toda Carne.
Yo soy es
El que debería venir; deja de buscar a otro. Mientras creas en un Dios separado
de ti, continuarás transfiriendo el poder de tu expresión a tus ideas,
olvidando que tú eres el que las concibe.
El poder de concebir y la cosa
concebida son uno, pero el poder de concebir una idea es más grande que la
idea.
Jesús descubrió esta gloriosa
verdad cuando declaró: «Mi Padre y Yo somos uno, pero mi Padre es más grande
que yo». (Juan 10:30 y Juan 14:28).
El poder que se concibe a sí
mismo como un ser humano es más grande que su idea. Todas las ideas son
limitaciones de quien las concibe.
«Antes
de que existiera Abraham, Yo soy.» (Juan 8:58). «Antes de que existiera
el mundo, Yo soy.»
La consciencia precede a toda manifestación y es
el puntal sobre el que descansan todas las manifestaciones.
Para eliminar la manifestación, lo único que
tienes que hacer tú, la persona que la concibió, es alejar tu atención de esa
idea. En lugar de «Fuera de la vista, fuera de la mente», en realidad es «Fuera
de la mente, fuera de la vista».
La manifestación seguirá siendo visible
únicamente mientras reciba la fuerza con la que la persona que la concibió (Yo soy) la dotó inicialmente para que la
utilizara. Esto se aplica a todas las creaciones, desde el electrón
infinitesimalmente pequeño hasta el universo infinitamente inmenso.
Quédate quieto y sabe que Yo soy Dios. (Salmos 46:10).
Sí, este mismo Yo soy, tu consciencia de ser, es Dios, el
único Dios. Yo soy es el Señor, el
Dios de toda Carne, toda manifestación.
Esta presencia, tu consciencia no condicionada, no
tiene principio ni fin; las limitaciones existen únicamente en la
manifestación. Cuando te des cuenta de que esta consciencia es tu yo eterno,
sabrás que antes de que existiera Abraham, Yo soy.
Empieza a entender por qué se te dijo: «Ve y haz lo
mismo». (Lucas 10:37).
Empieza a
identificarte ahora con esta presencia, esta consciencia, como la única
realidad. Todas las manifestaciones sólo existen en apariencia. Tú, como ser
humano, no tienes más realidad que aquella que tu yo eterno, el Yo soy, cree que es.
« ¿Quién decís que SOY yo?» (Mateo 16:15, Marcos 8:29, Lucas 9:20).
Ésta no es una pregunta que
se formuló hace dos mil años. Es la eterna pregunta dirigida a la
manifestación por quien la concibe.
Es tu verdadero yo, tu consciencia de ser,
preguntándote a ti, su actual concepto de sí mismo: « ¿Quién crees que es tu
consciencia?» La respuesta sólo puede ser definida dentro de ti, independientemente
de la influencia de otra persona.
El Yo soy (tu
yo verdadero) no está interesado en la opinión de las personas. Todo su
interés reside en tu convicción de ti mismo.
¿Qué dices del Yo soy
que está dentro de ti? ¿Puedes
responder y decir «Yo soy Cristo»?
Tu respuesta o tu grado de comprensión determinará el lugar que ocuparás
en la vida.
¿Dices, o crees, que eres una persona de una determinada
familia, raza, nación, etc.? ¿Sinceramente crees eso de ti?
Entonces la
vida, tu yo verdadero, hará que esas ideas aparezcan en tu mundo y las vivirás
como si fueran reales.
«Yo soy la puerta.» Juan 10:9. «Yo soy el
camino.» Juan 14:6. «Yo soy la resurrección y la
vida.» Juan 11:25. «Ningún hombre (o manifestación) viene a mi Padre si no es a
través de mí.» Juan 14:6.
El Yo soy (tu consciencia) es la única puerta a través de la cual
puede entrar algo a tu mundo.
Deja de buscar señales. Las
señales llegan posteriormente; no preceden. Empieza por invertir la afirmación
«Ver es creer», convirtiéndola en «Creer es ver». Empieza a creer ahora, no con
una confianza vacilante basada en pruebas externas engañosas, sino con una
confianza firme, basada en la ley inmutable de que tú puedes ser aquello que
deseas ser. Descubrirás que no eres una víctima del destino, sino una víctima
de la fe (la tuya).
Aquello
que buscas puede entrar en el mundo de la manifestación solamente a través de
una puerta. Yo soy la puerta. Tu consciencia es la puerta, de modo que debes ser
consciente de ser y tener aquello
que deseas ser y tener.
Cualquier
intento de realizar tus deseos de
otras maneras y no a través de la puerta de la consciencia te convierte en un
ladrón para ti mismo.
Cualquier
expresión que no sea sentida es antinatural. Antes de que aparezca cualquier
cosa, Dios, Yo soy, siente que es
la cosa deseada, y entonces la cosa deseada aparece. Resucita, se eleva de la
nada.
Yo soy rico,
pobre, sano, enfermo, libre, confinado: todas éstas son impresiones o estados
que fueron sentidos antes de convertirse en expresiones visibles.
Tu mundo es tu consciencia materializada. No pierdas
el tiempo intentando cambiar lo externo: cambia lo que hay en tu interior (o la
impresión), y lo exterior (o la expresión) se ocupará de sí mismo.
Cuando comprendas la verdad de esta afirmación, sabrás
que has encontrado la palabra perdida o la llave que abre todas las puertas. El
Yo soy (tu consciencia) es la palabra
mágica perdida que se ha hecho carne en semejanza de aquello que eres
consciente de ser.
Yo soy Él.
Ahora mismo estoy eclipsándote a ti, lector, mi templo viviente, con mi
presencia, incitándote a tener una nueva expresión. Tus deseos son mis palabras
pronunciadas. Mis palabras son espíritu y son verdad, y no regresarán a mí
vacías, sino que realizarán aquello que las envié a hacer. [“así
será mi palabra que sale de mi boca, no volverá a mí
vacía sin haber realizado lo que deseo, y logrado el propósito para el cual la envié.” Isaías 55:11.]
No son algo que deba
resolverse.
Son las ropas que visto Yo, tu
ser sin rostro, sin forma. ¡Fíjate bien! Yo, vestido con tu deseo, estoy ante
la puerta (tu consciencia) y llamo. Si oyes mi voz y me abres (me reconoces
como tu salvador) vendré a ti y cenaré contigo y tú conmigo. [“He
aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta,
entraré a él, y cenaré con él y él conmigo.” Apocalipsis 3:20].
Cómo
exactamente se van a realizar mis palabras, tus deseos, no es asunto tuyo. Mis
palabras tienen una forma de hacer las cosas que tú no conoces. (Juan 4:32). Su forma de actuar es algo que no se debe
averiguar. (Romanos 11:33).
Lo único que se requiere de ti es que creas.
Cree que tus deseos son las ropas que viste tu salvador. Tu creencia de que ahora eres aquello que deseas ser es
una prueba de tu aceptación de los regalos de la vida. Tú has abierto la puerta
para que tu Señor, vestido con tu deseo, entre en el momento en que establezcas
esta creencia.
Cuando recéis, creed que ya habéis recibido y así
será. (Marcos 11:24). Todas las cosas son posibles para el que cree. (Marcos
9:23).
Haz lo imposible posible a través de tu creencia, y
lo imposible (para los demás) se encarnará en tu mundo.
Todas las personas han tenido pruebas del poder de la
fe. La fe que mueve montañas es la fe en ti mismo.
Ninguna persona que carece de confianza en sí misma
tiene fe en Dios. Tu fe en Dios se mide por tu confianza en ti mismo. Mi Padre
y yo somos uno (Juan 10:30), el hombre y su Dios son uno, la consciencia y la
manifestación son una.
Y Dios dijo: «Haya un firmamento entre las aguas»
(Génesis 1:6). En medio de todas las dudas y las opiniones cambiantes de los
demás, deja que haya convicción, una creencia firme, y verás la tierra firme; aquello
que crees aparecerá.
La recompensa es para aquel que resiste hasta el
final. [“Pero el que persevere hasta el fin, ése será salvo.” Mateo 24:13]. Una convicción no es una
convicción si puede tambalearse. Tu deseo será como nubes sin lluvia, a menos
que creas.
Tu consciencia no condicionada
o tu Yo soy es la Virgen María que
no conoció varón (Lucas 1:34) y, sin embargo, sin la ayuda del hombre, concibió
y dio a luz a un hijo. María, la consciencia no condicionada, deseó y luego fue
consciente de ser el estado condicionado que ella deseaba expresar, y esto se
hizo realidad de una forma desconocida para los demás. Haz lo mismo; adopta la
consciencia de aquello que deseas ser y tú también darás a luz a tu salvador.
Cuando se haga la anunciación, cuando tengas
el anhelo o el deseo, debes creer que es la palabra hablada de Dios que está
buscando encarnarse a través de ti. No le hables a nadie de esta cosa sagrada
que has concebido. Guarda tu secreto dentro de ti y magnifica al Señor (Lucas
1:46), magnifica o cree que tu deseo es tu salvador, que está viniendo para
estar contigo.
Cuando esta creencia esté tan firmemente instalada que
te sientas seguro de los resultados, tu deseo se encarnará. Cómo se hará, nadie
lo sabe. Yo, tu deseo, tengo maneras de actuar que tú no conoces (Juan 4:32);
mis formas de actuar no se deben averiguar (Romanos 11:33). Tu deseo podría
compararse a una semilla, y las semillas contienen en su interior el poder y el
plan para su expresión. Tu consciencia es la tierra. Estas semillas se plantan
con éxito únicamente si, después de haber declarado que eres y tienes aquello
que deseas, esperas con confianza los resultados, sin tener pensamientos
angustiosos.
Si me elevo en mi consciencia hasta la naturalidad de
mi deseo, atraeré automáticamente la manifestación hacia mí.
La consciencia es la puerta a través de la cual se
revela la vida. La consciencia siempre se está materializando.
Ser consciente de ser o poseer algo es ser o
tener aquello que eres consciente de ser o poseer. Por lo tanto, elévate a la
consciencia de tu deseo y, automáticamente, verás que se manifiesta.
Para hacerlo, debes negar tu identidad actual. «Deja
que se niegue a sí mismo.» (Marcos 8:24). Niegas una cosa al retirar tu
atención de ella. Para que una cosa, un problema o el ego salga
de la consciencia, piensa en Dios, siendo Dios el Yo soy.
Quédate
quieto y sabe que Yo SOY Dios. (Salmos 46:10).
Cree,
siente, que Yo soy; sabe
que el que conoce dentro de ti, tu consciencia de ser, es Dios. Cierra los ojos
y siente que no tienes rostro, no tienes forma y no tienes figura. Enfoca esta
quietud como si fuera la cosa más fácil de lograr en este mundo.
Esta actitud te garantizará
el éxito.
Cuando todos los pensamientos sobre
el problema o sobre ti mismo sean alejados de la consciencia porque ahora
estás absorto o perdido en el sentimiento de simplemente ser Yo soy, entonces, en ese estado informe,
empieza a sentir que eres aquello que
deseas ser: «Yo soy lo que Yo soy».
En el momento en que alcanzas un
cierto grado de intensidad, de modo que realmente puedes sentir que eres una
idea nueva, este nuevo sentimiento o consciencia se establece y se manifestará
a su debido tiempo en el mundo de la forma.
Esta nueva percepción se expresará
con la misma naturalidad con que ahora tú expresas tu identidad actual.
Para expresar las cualidades de una
consciencia con naturalidad, debes morar o vivir en dicha consciencia. Aprópiate
de ella llegando a ser uno con ella. Sentir algo intensamente, y luego
quedarte con la confianza de que así es, hace que aquello que has sentido
aparezca en tu mundo.
«Yo estaré en mi puesto de guardia» (Habacuc 2:1) «y veré la salvación del Señor.» (2 Crónicas
20:17). Me mantendré firme en mi
sentimiento, convencido de que es así, y veré aparecer mi deseo.
«Una persona no puede recibir nada (ninguna cosa)
si no le es dada desde el Cielo.» (Juan 3:27). Recuerda que el Cielo es tu
consciencia; el Reino de los Cielos está dentro de ti.
Éste es el motivo por el cual se te advierte que
no debes llamar Padre a cualquier hombre; tu consciencia es el Padre de todo lo
que eres.
Una vez más, se te dice: «No saludéis a nadie por
el camino» (Lucas 10:4; 2 Reyes 4:29). No veas a ninguna persona como una
autoridad. ¿Por qué habrías de pedir permiso a alguien para expresarte, cuando
sabes que tu mundo, en todos sus detalles, se originó dentro de ti y es
sostenido por ti como el único centro de ideas?
Todo tu mundo podría compararse a un
espacio solidificado que refleja las creencias y las aceptaciones tal como son
proyectadas por una presencia informe, sin rostro: es decir, el Yo soy. Si reduces todo a sus sustancias
primordiales, sólo quedarás tú, una presencia sin dimensión, que concibe.
El que concibe es una ley aparte. Las ideas bajo esa
ley no deben ser medidas por los logros del pasado ni modificadas por las
capacidades del presente porque, sin tomar el pensamiento, la idea se expresa
de una forma desconocida para el hombre.
Entra en tu interior
secretamente y aprópiate de la nueva consciencia. Siente que eres eso, y las
antiguas limitaciones desaparecerán por completo y con tanta facilidad como la
nieve en un día caluroso de verano. Ni siquiera recordarás las antiguas
limitaciones; nunca formaron parte de esta nueva conciencia.
El renacimiento al que se
refería Jesús cuando le dijo a Nicodemo: «Debes volver a nacer» (Juan 3:7), no
era más que pasar de un estado de consciencia a otro.
«Cualquier cosa que pidáis en mi
nombre, yo la haré.» (Juan 14:13; similar Juan 15:16; Juan 16:23). Esto,
ciertamente, no significa que debas pedir con palabras, pronunciando con los
labios los sonidos «Dios» o «Jesucristo», porque millones de personas han
pedido de esa forma sin obtener resultados.
Pedir algo en Su nombre es sentir que
eres eso. Yo soy la presencia sin
nombre. Sentir que eres rico es pedir riqueza en Su nombre.
El Yo soy
no está condicionado. No es ni rico ni pobre, ni fuerte ni débil. En
otras palabras, en Él no hay griego ni judío, no hay esclavo ni libre, no hay
hombre ni mujer. Todas esas cosas son ideas o limitaciones de lo ilimitado y,
por lo tanto, nombres de lo que no tiene nombre.
Sentir que eres cualquier cosa es
pedir al que no tiene nombre, el Yo soy, que
exprese ese nombre o esa naturaleza. «Pedid lo que queráis en mi nombre apropiándoos
de la naturaleza de la cosa deseada y yo os lo daré.»
CAPITULO
6: YO SOY ÉL.
“Si no creyereis que Yo soy, moriréis en vuestros pecados.”
Juan 8: 24.
«Todas las cosas fueron hechas
por Él, y sin Él nada se hizo.» Juan 1:3.
Ésta es una frase difícil de aceptar
para las personas formadas en los diferentes sistemas de religión ortodoxa,
pero ahí está.
Todas las cosas, buenas, malas e indiferentes, fueron
creadas por Dios. «Dios creó al hombre (manifestación) a su propia imagen, a
semejanza de Dios lo creó.» Génesis 1:27. Aparentemente para aumentar esta
confusión, se afirma: «Y Dios vio que su creación era buena» Génesis 1:31.
¿Qué vas a hacer
respecto a esta aparente anomalía? ¿Cómo va el ser humano a identificar todas
las cosas como buenas cuando lo que le enseñan niega este hecho?
O la comprensión de Dios es errónea o hay algo que
está radicalmente mal en las enseñanzas del ser humano.
«Para el puro, todas las cosas son puras.» Tito 1:15.
Ésta es otra afirmación desconcertante. Todas las personas buenas, las personas
puras, las personas santas, son las más prohibicionistas. Une la afirmación
anterior a ésta: «No hay ninguna condena en Jesucristo» (Romanos 8:1), y
tendrás una barrera infranqueable para los autonombrados jueces del mundo.
Estas afirmaciones no significan nada para los jueces fariseos que cambian y
destruyen ciegamente las tinieblas. Ellos continúan creyendo firmemente que
están mejorando el mundo.
El hombre, al no saber que su mundo es su consciencia
individual manifestada, se esfuerza en vano por ajustarse a la opinión de los
demás, en lugar de ajustarse a la única opinión existente: esto es, su propio
juicio de sí mismo.
Cuando Jesús descubrió que Su consciencia era esta maravillosa
ley de autogobierno, declaró: «Y ahora me santifico para que también ellos sean
santificados en la verdad» (Juan 17:19).
Él sabía que la consciencia es la única realidad, que
las cosas manifestadas no son más que diferentes estados de consciencia.
Jesús advirtió a sus seguidores que buscaran primero
el Reino de los Cielos (ese estado de consciencia que produciría la cosa
deseada) y todas las cosas les serían dadas por añadidura.
También afirmó: «Yo soy
la verdad» (Juan 14:6). Él sabía que la consciencia de la persona era la
verdad o la causa de todo lo que ella veía que era su mundo.
Jesús se dio cuenta de que el
mundo estaba hecho a semejanza del hombre. Sabía que el hombre veía que su
mundo era como era porque el hombre era lo que era.
En pocas palabras, la idea que una persona
tiene de sí misma determina lo que ella ve como su mundo.
Todas las cosas están hechas por Dios (la consciencia)
y sin Él nada se hace (Juan 1:3).
La creación se
juzga como buena y muy buena porque es el retrato perfecto de la consciencia
que la produjo.
Ser consciente de ser una cosa y luego verte expresando
algo distinto a aquello que eres consciente de ser es una violación de la ley
del ser; por lo tanto, no sería bueno. La ley del ser nunca se infringe; el ser
humano siempre se ve expresando aquello que es consciente de ser.
Ya sea bueno, malo o indiferente, es un reflejo
perfecto de su idea de sí mismo; es bueno y muy bueno.
No sólo todas las cosas están
hechas por Dios, sino que todas las cosas
están hechas de Dios. Todas son hijas de Dios. Dios es uno. Las cosas o
las divisiones son las proyecciones de ese uno. Puesto que Dios es uno, Él debe
ordenarse a sí mismo ser el otro aparente, porque no hay ningún otro.
El absoluto no puede contener
dentro de sí algo que no es él. Si lo hiciera, entonces no sería el absoluto,
el único. Para que las órdenes sean efectivas, deben ser a uno mismo. «Yo soy lo
que Yo soy» es la única orden
efectiva. «Yo soy el Señor y aparte
de mí no hay nadie más.» (Isaías 45:5; Joel 2:27).
No puedes ordenar aquello que no es. Como no
hay nadie más, debes ordenarte a ti mismo ser aquello que te gustaría que
apareciera.
Déjame aclarar lo que quiero
decir cuando digo «orden efectiva». No debes repetir como una cotorra la
afirmación «Yo soy lo que Yo soy», porque
esa repetición vana sería estúpida e infructuosa.
Lo que hace que la orden sea
efectiva no son las palabras; lo que la hace efectiva es la consciencia de ser eso.
Cuando
dices «Yo soy», estás declarando
que eres. Las palabras lo que en la afirmación «Yo soy lo que Yo soy» indican aquello que te gustaría ser.
El segundo «Yo soy» en la frase es
el grito de victoria.
Todo este drama tiene lugar en
el interior, con o sin el uso de palabras. Quédate quieto y sabe que tú eres.
Esta quietud se consigue observando al observador. Repite en silencio, pero con sentimiento, «Yo soy, Yo soy», hasta
que hayas perdido toda consciencia del mundo y te conozcas sólo como un
ser.
La consciencia, el saber que
eres, es Dios Todopoderoso, el Yo soy. Cuando
hayas logrado esto, defínete como aquello que deseas ser, sintiendo que eres
lo deseado: Yo soy eso. Esta
comprensión de que eres la cosa deseada hará que una emoción recorra todo tu
ser.
Cuando se establezca la convicción
y realmente creas que eres aquello que deseabas ser, entonces se pronuncia el
segundo «Yo soy» como un grito de
victoria. Esta revelación mística de Moisés puede verse como tres pasos claros:
Yo soy, Yo soy libre, ¡realmente
Yo soy!
No importa cuáles sean las apariencias que hay a tu alrededor.
Todas las cosas abren camino para el Señor que llega. Yo soy el señor que llega en la apariencia de aquello que soy
consciente de ser. Todos los habitantes de la Tierra no pueden detener mi
llegada o cuestionar mi autoridad de ser aquello que Yo soy consciente de que Yo soy.
[“Y todos los habitantes de la tierra son considerados
como nada, más El actúa conforme a su voluntad en el
ejército del cielo y entre los habitantes de la
tierra; nadie puede detener su mano, ni
decirle: “¿Qué has hecho?”, Daniel 4:35].
«Yo soy la
luz del mundo» Juan 8:12, cristalizándose en la forma de mi idea de mí mismo.
La consciencia es la luz eterna que se cristaliza
únicamente a través de tu idea de ti mismo. Cambia tu concepto de ti mismo y
automáticamente cambiarás el mundo en el que vives. No intentes cambiar a las
personas; ellas sólo son mensajeras que te dicen quién eres. Revalorízate a ti
mismo y ellas confirmarán el cambio.
Ahora te darás cuenta de por
qué Jesús se santificó en lugar de santificar a los demás (Juan 17:19), por qué
para los puros todas las cosas son puras (Tito 1:15), por que en Jesucristo (la
consciencia despierta) no hay condena (Romanos 8:1).
Despierta del sueño de la condena y demuestra
el principio de la vida. Deja de juzgar a los demás y deja también de
censurarte a ti mismo.
Escucha la revelación del
iluminado: “Yo sé y estoy convencido por el Señor Jesucristo, de que no hay nada impuro en sí mismo; pero si alguno piensa que alguna cosa es impura, para él es
impura” (Romanos 14:14) y,
una vez más, «Dichoso el que permite algo y no se condena a sí
mismo» (Romanos 14:22).
Deja de preguntarte si eres digno o no eres digno de
declarar que eres aquello que deseas ser. Serás condenado por el mundo
únicamente en la medida en que te condenes a ti mismo.
No necesitas solucionar nada. Las obras están
terminadas. El principio por el cual todas las cosas se hacen y sin el cual nada
se hace, es eterno. Tú eres ese principio. Tu consciencia de ser es la ley
eterna.
Jamás has expresado nada que no fueras consciente de ser y nunca lo harás. Adopta la
consciencia de aquello que deseas expresar. Decláralo hasta que se convierta
en una manifestación natural. Siéntelo y vive dentro de ese sentimiento hasta
que forme parte de tu naturaleza.
He aquí una fórmula sencilla. Retira tu atención de tu
idea actual de ti mismo, y colócala en tu ideal, el ideal que hasta ahora te había parecido que estaba
fuera de tu alcance. Declara que eres tu ideal, no como algo que llegará con
el tiempo, sino como lo que eres en el presente inmediato.
Haz esto y tu mundo actual de limitaciones se
desintegrará mientras tu nueva afirmación se eleva de sus cenizas como el ave fénix.
«No temáis ni os asustéis ante
esta inmensa multitud, porque la batalla no es cosa vuestra, sino de Dios.» (2
Crónicas 20:15).
No debes luchar contra tu
problema; tu problema vivirá únicamente mientras tú seas consciente de él.
Retira tu atención de tu
problema, y de la multitud de razones por las que no puedes conseguir tu ideal.
Concentra tu atención enteramente en la cosa deseada.
«Dejadlo todo y seguidme.»
(Mateo 8:22; Mateo 9:9; Lucas 5:27).
Ante los obstáculos aparentemente
gigantescos, declara tu libertad. La consciencia de libertad es el Padre de la
libertad. Siempre tiene una manera de expresarse que ningún ser humano conoce.
«Ustedes no tienen necesidad
de luchar en esta batalla: Deténganse, estén quietos, y vean que la salvación del
Señor está con ustedes.» (2 Crónicas 20:17).
“Yo SOY el Señor”.
Yo SOY (tu conciencia) es el
Señor. La conciencia que la cosa esta hecha, que el trabajo está terminado, es
el Señor de cualquier situación.
Escucha atentamente a la
promesa: «Ustedes no tienen necesidad de luchar en esta batalla: Deténganse, estén quietos, y vean que la salvación del Señor está con ustedes.» (2 Crónicas
20:17).
¡Con ustedes!
Esa consciencia particular con la que te identificas
es el Señor del acuerdo. Él establecerá, sin ayuda, eso que ha sido acordado en
la Tierra.
¿Puedes tú,
ante el ejército de motivos por los que una cosa no puede hacerse, llegar
tranquilamente a un acuerdo con el Señor de que eso se haga? Ahora que has
descubierto que el Señor es tu consciencia de ser, ¿puedes darte cuenta de que
se ha ganado la batalla?
Por muy cerca que parezca estar el enemigo y por muy
amenazador que resulte, ¿puedes seguir teniendo confianza, quedándote
tranquilo, sabiendo que la victoria es tuya?
Si puedes hacerlo, verás la salvación del Señor.
Recuerda que la recompensa es para el que resiste. (Mateo
24:13).
Quédate tranquilo (Quédate quieto) Samos 46:10.
Quedarse
tranquilo es tener la profunda convicción de que todo está bien; de que ya está
hecho. No importa lo que oigas o veas, permaneces quieto, consciente de que
serás victorioso al final.
Todas las cosas se consiguen con estos acuerdos, y sin
un acuerdo de este tipo no hay nada que se
pueda hacer (Juan 1:3). «Yo soy el
que Yo soy.» Éxodo 3:14.
En el Apocalipsis está escrito que aparecerá un nuevo
Cielo y una nueva Tierra. (Apocalipsis 21:1).
Cuando se le
mostró esta visión a Juan, se le dijo que escribiera: «Está hecho» (Juan 21:6).
El Cielo es tu
consciencia y la Tierra es su estado solidificado. Por lo tanto, debes aceptar,
como lo hizo Juan, que «Está hecho».
Lo único que tienen que hacer los que buscan un
cambio, es elevarses hasta el nivel de aquello que desean; sin pensar en la
forma de expresión, registra que ya se ha hecho sintiendo la naturalidad de
ser eso.
He aquí una analogía que te puede ayudar a ver este
misterio.
Imagina que entras en un cine justo cuando la película
está llegando al final. Lo único que has podido ver de la película ha sido el
final feliz. Puesto que querías conocer toda la historia, te quedas para ver la
siguiente función. En una decepcionante secuencia, el héroe es acusado con
pruebas falsas, todo ello para provocar las lágrimas del público. Pero tú,
seguro en tu conocimiento del final, te mantienes tranquilo porque entiendes
que, a pesar de la aparente dirección que está tomando la película, el final ya
está decidido.
Asimismo, debes ir hasta el
final de aquello que buscas: visualiza el final feliz sintiendo conscientemente
que expresas y posees aquello que deseas expresar y poseer. Y tú, mediante la
fe, puesto que ya conoces el final, tendrás una confianza que nace de ese
conocimiento.
Ese conocimiento te sostendrá
durante el lapso de tiempo necesario para que se desarrolle la película. No
pidas ayuda a ninguna persona; siente que «Está hecho», declarando
conscientemente que ahora eres aquello que esperas ser.
CAPITULO
7: HÁGASE TU VOLUNTAD.
“Hágase tu voluntad y no la mía.”
LUCAS 22: 42.
«Hágase
tu voluntad y no la mía.» (Lucas 22:42). [“Padre, si es tu
voluntad, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.”,
Mateo 26:42; “pero no sea lo que yo quiero, sino lo que
quieres tú.”; Marcos 14:36]. Esta
resignación no es un fatalismo ciego; por el contrario, es la toma de
consciencia iluminada de que «Yo solo no puedo hacer nada; el Padre que está en
mi interior hará el trabajo» (Juan 5:30). “¿Acaso no crees que
yo estoy en el Padre, y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les
comunico, no las hablo como cosa mía, sino que es el Padre, que está en mí, el
que realiza sus obras.” Juan 14:10.
Cuando una persona desea algo, intenta hacer
que algo que ahora no existe aparezca en el espacio y el tiempo.
Con
demasiada frecuencia no somos conscientes de lo que en realidad estamos
haciendo. Inconscientemente, declaramos que no poseemos la capacidad para
expresarnos. Basamos nuestro deseo en la esperanza de adquirir las capacidades
necesarias en el futuro. «Yo no soy, pero
seré.»
Las personas no se dan cuenta de que la
consciencia es el Padre que realiza el trabajo, de modo que intentan expresar
aquello que no son conscientes de ser.
Estos esfuerzos están condenados al fracaso; sólo
el presente se expresa. A menos que yo sea consciente de ser aquello que busco,
no lo encontraré. Dios (tu consciencia) es la sustancia y la plenitud de todo.
La voluntad de Dios es el reconocimiento de lo
que es, no de lo que será. En lugar de ver esta frase como «Hágase tu
voluntad», debes verla como «Se hace tu voluntad». Las obras están terminadas.
El principio por el cual todas las cosas se hacen
visibles es eterno.
«Lo que los ojos no han visto, lo que los oídos no han
oído, lo que no ha entrado en los corazones de los hombres, eso preparó Dios
para los que le aman.» (1 Corintios 2:9-10).
Cuando un
escultor observa una pieza de mármol sin forma, ve, enterrada dentro de esa
masa informe, su obra de arte ya terminada. El escultor, en lugar de hacer su obra
maestra, simplemente la revela retirando las partes del mármol que ocultan su
idea.
Esto mismo es aplicable a ti. En tu consciencia sin forma, está enterrado todo aquello que vas a concebir que eres. El reconocimiento
de esta verdad te transformará, y dejarás de ser un trabajador inexperto que
intenta tratar de ser algo, para convertirte en un gran artista que reconoce que ya lo es.
Tu afirmación de que ahora eres
aquello que quieres ser retirará el velo de oscuridad humana y revelará tu
afirmación a la perfección: Yo soy eso.
La voluntad de Dios fue expresada en las palabras de la Viuda: «Todo está
bien».
La voluntad del hombre habría sido:
«Todo saldrá bien». Afirmar que «Me sanaré» es igual a decir «Estoy enfermo». Dios,
el Ahora Eterno, no es imitado mediante las palabras o la repetición vana.
Dios encarna continuamente lo que es.
Así pues, la resignación de Jesús
(que se hizo igual a Dios) estaba dejando de ser un reconocimiento de una
carencia (lo cual indica el futuro con «Yo seré») para ser un reconocimiento
de la provisión, al afirmar «Yo soy eso;
ya está hecho; gracias Padre».
Ahora
verás la sabiduría que hay en las palabras del profeta cuando afirma: «Deja
que el débil diga: "Yo soy fuerte"».
(Joel 3,10.).
El ser humano, en su ceguera, no seguirá el consejo
del profeta; continuará declarando que es débil, pobre, desdichado y todas las
otras expresiones indeseables de las que está intentando liberarse al afirmar,
ignorantemente, que se liberará de estas características en la expectativa del
futuro. Estos pensamientos son un obstáculo para la única ley que podrá
liberarlo jamás.
Sólo hay una puerta por la cual puede entrar en tu mundo
aquello que buscas. «Yo soy la
puerta.» (Juan 10:9).
Cuando dices
«Yo soy», estás declarando que
eres; en primera persona, en tiempo presente; no hay futuro. Saber que Yo soy es ser consciente de ser. La
consciencia es la única puerta. A menos que seas consciente de ser aquello que
buscas, buscarás en vano.
Si juzgas por las apariencias, continuarás estando
esclavizado por la evidencia de tus sentidos. Para romper este hechizo
hipnótico de los sentidos, se te dice: «Entra en tu interior y cierra la
puerta». [“Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu
cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu
Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará.”, Mateo 6:6; “Ven,
pueblo mío, entra en tus aposentos y cierra tras ti tus
puertas; escóndete por corto tiempo hasta
que pase la indignación.”, Isaías 26:20; “Luego entra y cierra la puerta detrás
de ti y de tus hijos”, 2 Reyes 4:4; “Y entrando, cerró la puerta tras ambos y
oró al Señor.”, 2 Reyes 4:33].
La puerta de los sentidos debe estar bien cerrada para
que tu nueva afirmación pueda ser honrada. Cerrar la puerta de los sentidos no
es tan difícil como parece al principio. Se hace sin esfuerzo.
Es imposible servir a dos maestros al mismo tiempo. (Mateo
6:24, Lucas 16:13).
El maestro al que el hombre sirve es aquel que es
consciente de ser. Yo soy el Señor y el Maestro de aquello que soy consciente
de ser.
No me supone
ningún esfuerzo crear pobreza si soy consciente de ser pobre. Mi sirviente (la
pobreza) está obligado a seguirme (la consciencia de pobreza) mientras Yo soy (el Señor) consciente de ser pobre.
En lugar de luchar contra la evidencia de los
sentidos, declara que eres aquello que deseas ser. Cuando pones tu atención en
esta declaración, las puertas de los sentidos se cierran automáticamente ante
tu antiguo maestro (aquello que eras consciente de ser).
Cuando te pierdes en el sentimiento de ser (aquello
que ahora estás declarando que es verdad acerca de ti), las puertas de los
sentidos se vuelven a abrir, revelando que tu mundo es la expresión perfecta de
eso que eres consciente de ser.
Sigamos el ejemplo de Jesús,
que, como hombre, se dio cuenta de que Él
no podía hacer nada por cambiar Su imagen de carencia.
Cerró la puerta de Sus
sentidos ante Su problema y acudió a Su Padre, Aquel para el que todas las
cosas son posibles. (Mateo 19:26; Marcos 9:23; 10;27; 14:36; Lucas 18;27;
Hechos 8:37).
Habiendo negado la evidencia
de Sus sentidos, Él declaró que era todo lo que, un instante antes, Sus sentidos
le habían dicho que no era. Sabiendo que la consciencia expresa su semejanza en
la Tierra, Jesús permaneció en la consciencia declarada hasta que se abrieron
las puertas (Sus sentidos) y confirmaron el gobierno del Señor.
Recuerda: el Yo soy es el Señor de todas las cosas.
Nunca vuelvas a utilizar la voluntad humana que declara: «Yo seré.» Debes ser
tan entregado como Jesús y declarar: «Yo soy
eso.»
CAPITULO
8: NINGÚN OTRO DIOS.
“Yo soy el primero y yo soy el
último, y fuera de mí no hay Dios.” Isaías
44:6.
“Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la
casa de servidumbre. No tendrás otros dioses delante de mí.”, Deuteronomio 5: 6, 7.
«No
tendrás ningún otro Dios aparte de mí.» Mientras el hombre siga creyendo en un
poder separado de él, seguirá impidiéndose ser quien es. Cada creencia en unos
poderes separados de él, ya sea para bien o para mal, se convertirá en el molde
del ídolo adorado.
Las creencias en el poder de los
medicamentos para sanar, de las dietas para fortalecer, del dinero para dar
seguridad, son los falsos valores a los ventajistas que deben ser expulsados
del Poder (Templo). (Mateo 21:12; Marcos 11:15; Lucas 19:45; Juan 2:14,15). «Tú
eres el Templo del Dios Viviente» (1 Corintios 3:16; 6:19, “¿En
qué concuerdan el templo de Dios y los ídolos? Porque nosotros somos templo del
Dios viviente. Como él ha dicho: «Viviré con ellos y caminaré entre ellos. Yo
seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.»” 2 Corintios 6:16), un Templo
hecho sin manos.
Está escrito: «Mi casa es llamada
casa de oración por todas las naciones, pero vosotros la habéis convertido en
una cueva de ladrones». (Mateo 21:13; “…porque mi casa será
llamada
casa de oración para todos los pueblos.” Isaías 56:7).
casa de oración para todos los pueblos.” Isaías 56:7).
Los ladrones que te roban son
tus propias creencias falsas. Es tu creencia en una cosa, y no la cosa en sí
misma, la que te ayuda. Sólo hay un poder: Yo soy
Él. Debido a tu creencia en las cosas externas, les das poder al
transferirles con tu pensamiento el poder que tú eres. Date cuenta de que tú
eres el poder que has adjudicado, equivocadamente, a las condiciones externas.
La Biblia compara al hombre dogmático con el camello que no pudo pasar por el
ojo de una aguja. (Mateo 19:24; Marcos 10:25; Lucas 18:25). El ojo de la aguja al que hacía referencia era
una pequeña puerta en los muros de Jerusalén, tan estrecha que un camello no
podía pasar por ella hasta que no le quitaban su carga.
El hombre rico, que es el que
lleva la carga de falsas ideas humanas, no puede entrar en el Reino de los
Cielos hasta que le quiten la carga (Mateo 19:23), de la misma manera que el
camello no podía pasar por la pequeña puerta.
El hombre se siente tan seguro
con las leyes, las opiniones y las creencias creadas por el hombre, que les
atribuye una autoridad que no poseen.
Satisfecho con la idea de que
sus conocimientos lo son todo, sigue sin ser consciente de que todas las
apariencias externas no son más que estados mentales exteriorizados.
Cuando se dé cuenta de que la
consciencia de una cualidad exterioriza dicha cualidad sin la ayuda de ningún
otro poder, entonces podrá manifestar infaliblemente esa cualidad. Esta
comprensión expulsa a los cambistas, o a
los diversos valores, y establece el único valor verdadero: su propia
consciencia.
«El Señor está en su templo sagrado.» (Habacuc 2:20).
La consciencia habita dentro de aquello que es
consciente de ser. La persona que Yo soy es
el Señor y su templo. Sabiendo que la consciencia se materializa, el ser
humano debe perdonar a todas las personas por ser lo que son.
Debe darse cuenta de que todas ellas están expresando
(sin la ayuda de otros) aquello que son conscientes de ser. Pedro, el hombre
iluminado o disciplinado, sabía que un cambio de la consciencia produce un
cambio de la expresión.
En lugar de compadecer a los mendigos de la vida en la
puerta del templo declaró: «No tengo
ni plata ni oro (para ti), pero lo que tengo (la consciencia de libertad), eso te doy». (Hechos 3:6).
«Reaviva
el don que está dentro de ti.» (“Por lo cual te recuerdo que reavives
el fuego del don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos.”,
2 Timoteo 1:6).
Deja de rogar y afirma ser
aquello que has decidido ser. Hazlo y tú también saldrás de un salto de tu
mundo lisiado y entrarás en el mundo de la libertad, cantando alabanzas al
Señor, Yo soy. «Mucho más grande
es el que está en ti que el que está en
el mundo.» (1 Juan 4:4).
Este es el grito de todo aquel que
descubre que su consciencia de ser es Dios. Tu reconocimiento de este
hecho limpiará
automáticamente tu templo, tu consciencia, de
ladrones y asaltantes, devolviéndote ese dominio sobre las cosas que perdiste
en el momento en que olvidaste la orden:
«No tendrás ningún otro Dios, aparte de Mí. »
CAPITULO
9: LA PIEDRA ANGULAR.
“Pero cada uno tenga cuidado de cómo
construye, porque nadie puede poner un fundamento diferente del que ya está
puesto, que es Jesucristo. Si alguien construye sobre este fundamento, ya sea
con oro, plata y piedras preciosas, o con madera, heno y paja, su
obra se mostrará tal cual es, pues el día del juicio la dejará al descubierto.
El fuego la dará a conocer, y pondrá a prueba la calidad del trabajo de cada
uno.” 1 Corintios 3:10-13.
La base de toda expresión es la consciencia.
Por mucho que la persona lo intente, no podrá hallar
una causa de la manifestación que no sea su consciencia de ser. El ser humano
cree que ha encontrado la causa de la enfermedad en los gérmenes, la causa de
la guerra en las ideologías políticas opuestas y en la codicia.
Todos esos descubrimientos del hombre,
catalogados como la esencia de la sabiduría, son tonterías a los ojos de Dios.
Sólo hay un poder y ese poder es Dios (la consciencia). Mata; da vida; hiere;
sana; hace todas las cosas, buenas, malas o indiferentes. (Deuteronomio 32:39).
El ser humano se mueve en un
mundo que no es ni más ni menos que su consciencia materializada. Dado que no
sabe esto, lucha contra sus reflejos mientras mantiene viva la luz y las imágenes que proyectan esos reflejos.
«Yo soy la luz del mundo.» (Juan
8:12).
El Yo soy (la consciencia) es la luz. Aquello
que soy consciente de ser (mi idea de mí mismo) -«yo soy
rico», «yo estoy sano», «yo soy libre»- son las imágenes.
El mundo es el espejo que
magnifica todo lo que Yo soy consciente
de ser.
Deja de intentar cambiar el
mundo, porque no es más que un espejo. El intento del ser humano de cambiar el
mundo por la fuerza es tan infructuoso como romper un espejo con la esperanza
de cambiar el rostro. Deja el espejo y cambia tu rostro. Deja en paz al mundo y
cambia tus ideas sobre ti mismo. Entonces, el reflejo será satisfactorio.
Libertad o encarcelamiento,
satisfacción o frustración, sólo pueden ser diferenciados por la consciencia de
ser.
Independientemente de cuál sea tu problema,
de su duración o su magnitud, una cuidadosa atención a estas instrucciones, en
un período asombrosamente corto, eliminará incluso tu recuerdo del problema.
Hazte esta pregunta: « ¿Cómo me
sentiría si fuera libre?» En cuanto te hagas sinceramente esta pregunta,
llegará la respuesta. Ninguna persona puede describirle a otra la satisfacción
de que se haya realizado su deseo.
Cada una debe experimentar en su
interior el sentimiento y la alegría de este cambio automático de la
consciencia. El sentimiento o la emoción que le llega a uno en respuesta a su
pregunta es el estado de consciencia Padre, o la Piedra Angular sobre la que se
construye este cambio consciente.
Nadie sabe exactamente cómo se va a
encarnar ese sentimiento, pero lo hará; el Padre (la consciencia) tiene
maneras de actuar que nadie conoce; es la ley inalterable.
Todas las cosas expresan su naturaleza. Cuando
vistes un sentimiento, éste se convierte en tu naturaleza. Puede tardar un
instante o un año; eso depende enteramente del grado de convicción.
Cuando las dudas desaparecen y puedes sentir «Yo soy esto», empiezas a desarrollar el
fruto o la naturaleza de aquello que sientes que eres. Cuando una persona se
compra un sombrero nuevo o un par de zapatos, cree que todo el mundo sabe que
son nuevos, y se siente poco natural con este artículo recién adquirido hasta
que lo siente como parte de ella.
Y esto mismo es aplicable al hecho de vestir
nuevos estados de consciencia. Cuando te haces la pregunta « ¿Cómo me sentiría
si mi deseo estuviera realizado en este momento?», la respuesta automática,
hasta que esté adecuadamente condicionada por el tiempo y el uso, en realidad
es perturbadora.
El período de adaptación para realizar este
potencial de la consciencia es comparable a la novedad de la prenda de vestir.
Al no saber que la consciencia está representándose en las condiciones que hay
a tu alrededor, tú, como la esposa de Lot, miras atrás continuamente, viendo tu
problema y dejándote hipnotizar otra vez por su aparente naturalidad.
Haz caso a las palabras de Jesús (la salvación):
«Déjalo todo y sígueme». (Mateo 4:19; Mateo 8:22; Mateo 16:24; Mateo 19:21;
Marcos 1:17; Marcos 8:34; Marcos 10:21; Lucas 9:23; Lucas 18:22) «Dejad que los
muertos entierren a los muertos.» (Mateo 8:22; Lucas 9:60).
Tu problema podría tenerte tan hipnotizado por su
aparente realidad y naturalidad, que te resulta difícil vestir el nuevo
sentimiento o la consciencia de tu salvador.
Debes asumir este traje si quieres tener resultados.
La piedra (la consciencia) que los constructores
rechazaron (no quisieron vestir) es la piedra fundamental, y el ser humano no
puede colocar otros cimientos.
CAPITULO
10: AL QUE TIENE.
“Por tanto, tengan cuidado de cómo oyen; porque al que tiene, más
le será dado; y al que no tiene, aun lo que cree que tiene se le
quitará.” Lucas 8:18.
La Biblia, que es el libro psicológico más
magnífico que se ha escrito jamás, advierte al ser humano de que sea consciente
de lo que escucha y luego continúa con esta advertencia: «Al que tiene se le
dará y al que no tiene se le quitará».
Aunque
muchos ven esta declaración como la más cruel e injusta de las frases
atribuidas a Jesús, aun así, sigue siendo una ley justa y compasiva basada en
el principio de expresión inmutable de la vida.
La ignorancia de la persona sobre el
funcionamiento de la ley no la excusa ni le salva de sus resultados.
La ley es impersonal y, por lo tanto, no hace
diferencias entre las personas. (Hechos 10:34; Romanos 2:11).
Se le advierte al hombre que sea selectivo en
aquello que escucha y acepta como verdad.
Todo lo que una persona acepta como verdad deja
una impresión en su consciencia y, con el tiempo, se definirá como algo cierto
o falso. El oído perceptivo es el medio perfecto con el que el ser humano
registra las impresiones.
La persona debe disciplinarse para oír únicamente
lo que quiere oír, independientemente de los rumores o la percepción de sus
sentidos. Cuando acondicione su oído perceptivo, sólo reaccionará a las
impresiones por las que se ha decidido. Esta ley nunca falla.
Al estar completamente condicionada, la persona
se vuelve incapaz de oír cualquier cosa que no sea aquello que contribuye a su
deseo.
Dios, como has descubierto, es esa percepción no condicionada
que te da todo lo que eres consciente de ser. Ser consciente de ser o tener
algo es ser o tener aquello que eres consciente de ser.
Todas las cosas descansan sobre este principio
inmutable. Es imposible que algo sea distinto a aquello que es consciente de
ser.
«Al que tiene (aquello que es
consciente de ser) se le dará.» Bueno, malo o indiferente, no
importa: la persona recibe aquello que es consciente de ser, multiplicado por
cien.
De acuerdo con esta ley inmutable de que «Al que no
tiene, se le quitará, y se le dará al que tiene», los ricos se hacen más ricos
y los pobres se vuelven más pobres. Sólo puedes aumentar aquello que eres
consciente de ser.
Todas las cosas gravitan hacia la consciencia con la
que están en armonía. Asimismo, las cosas se separan de la consciencia con la
que no armonizan.
Reparte la riqueza del mundo de forma equitativa
entre todas las personas y, al poco tiempo, esa división equitativa estará tan
desproporcionada como originalmente.
La riqueza encontrará la manera de regresar a los
bolsillos de aquellos a los que les fue quitada.
En lugar de unirte al coro de los «no tengo», que
insisten en destruir a los que sí tienen,
reconoce esta ley inmutable de expresión. Defínete conscientemente como
aquello que deseas.
Una vez definido, una vez establecida tu declaración
consciente, continúa con esta confianza hasta que recibas la recompensa. Con la
misma seguridad con que el día sigue a la noche, cualquier atributo, declarado
conscientemente, se manifestará.
Así pues, eso que para el mundo ortodoxo durmiente es
una ley cruel e injusta se convierte, para el iluminado, en una de las más
compasivas y justas afirmaciones de la verdad.
«No vengo a destruir, sino a cumplir.» (Mateo 5:17)
En realidad,
nada se destruye. Cualquier destrucción aparente es el resultado de un cambio
en la consciencia. La consciencia siempre realiza el estado en el que mora.
El estado del que la consciencia está separada parece
destructivo para aquellos que no están familiarizados con esta ley. No
obstante, esto sólo es una preparación para el nuevo estado de consciencia.
Afirma que eres aquello que
quieres que se cumpla. Nada se destruye. Todo se cumple. «Al que tiene, se le
dará.»
CAPITULO
11: NAVIDAD.
“He
aquí, la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre
Emmanuel, que traducido significa: Dios con nosotros.” Mateo 1:23
Una de las declaraciones más
controversiales del Nuevo Testamento es el tema de la concepción de la virgen y
el subsecuente nacimiento de Jesús, una concepción en la cual ningún hombre ha
sido parte. Se ha grabado que una Virgen concibió a un Hijo sin la ayuda de un
hombre, y luego en secreto y sin esfuerzo dio a luz a su concepción.
Este es el fundamento en el cual toda
la Cristiandad yace.
Se le pide al mundo Cristiano que
crea esta historia, porque el hombre debe creer lo increíble para expresar
completamente la grandeza que es él.
Desde el punto de vista Científico,
el hombre puede inclinarse a descartar la Biblia entera como una mentira porque
su razonamiento no le permitirá creer que un nacimiento de una virgen es
fisiológicamente posible, pero la biblia es un mensaje del alma y debe ser
interpretada psicológicamente si el hombre desea descubrir su verdadera simbología.
El hombre debe ver a esta historia
como un drama psicológico en vez de verla como a una declaración de un acto
físico. Al hacerlo, descubrirá que la Biblia está basada en una ley que, si se
la aplica a él mismo, resultará en una expresión manifestada que trascenderá el
cumplimiento de sus sueños más increíbles. Para aplicar esta ley de
auto-expresión, al hombre se lo debe educar en la creencia y disciplinarlo para
que se pare en la plataforma de “Todas las cosas son posibles para Dios” (Mateo
19:26; Marcos 9:23; 10:27; 14:36; Lucas 18:27; Hechos 8:37).
Las increíbles fechas dramáticas del
Nuevo Testamento, llamadas, el nacimiento, la muerte y la resurrección de Jesús,
fueron cronometradas y fechadas para coincidir con cierto fenómeno astronómico.
Los místicos grabaron esta historia
notaron que en ciertas temporadas del año existen beneficiosos cambios en la
tierra que coinciden con cambios astronómicos.
Al escribir este drama psicológico, ellos
personificaron la historia del alma como la biografía del hombre.
Usando estos cambios cósmicos, ellos marcaron el
Nacimiento y la resurrección de Jesús para transmitir los mismos cambios
beneficios que toman lugar psicológicamente en la conciencia del hombre cuando
sigue a la ley.
Aun para aquellos que no la pueden entender, la
historia de Navidad es una de las historias más bellas jamás contadas.
Cuando se la despliega bajo la luz de la simbología
mística, se la revela como el verdadero nacimiento de cada manifestación en el
mundo.
Este nacimiento de una virgen es grabado como si
sucediera el 25 de Diciembre, o como algunas sociedades secretas lo celebran,
en vísperas de Navidad, a medianoche el 24 de Diciembre.
Los místicos establecieron esta fecha para marcar el
nacimiento de Jesús porque querían coincidirla con los grandes beneficios
terrestres que significan estos cambios astronómicos.
Las observaciones astronómicas que inspiraron a los autores de este drama a usar estas
fechas, fueron hechas desde el hemisferio Norte; así que desde un punto de
vista astronómico, lo contrario sería verdad si fueran vistas desde las
latitudes del Sur.
Sin embargo, esta historia fue grabada en el Norte y
por lo tanto está basada en observaciones norteñas.
El hombre descubrió desde temprano que el sol tiene un
rol muy importante en su vida, y que sin el sol, la vida física como la conoce
no podría existir.
Entonces estas fechas importantes en la historia de la
vida de Jesús están basadas en las posiciones del sol desde el punto de vista
de las latitudes del Norte.
El sol, luego de haber alcanzado su punto más alto en
los cielos en Junio, cae gradualmente hacia el Sur, llevándose consigo la vida
del mundo de las plantas que para ya Diciembre, toda la naturaleza se ha
detenido.
Si el sol continuara hacia el Sur sin detenerse, toda
la naturaleza se detendría hasta la muerte.
Sin embargo, en el 25 de Diciembre, el sol comienza su
gran movimiento hacia el Norte, trayendo consigo la promesa de la salvación y
vida nueva para el mundo. Cada día, cuando el sol se levanta en los cielos, el
hombre gana la confianza de ser salvado de la muerte por el frio y el hambre,
porque sabe que cuando se mueve hacia el Norte y cruza el Ecuador, toda la
naturaleza revivirá de nuevo, será resucitada de su largo sueño de invierno.
Nuestro día se mide de medianoche a medianoche, y, ya
que el día visible comienza en el Este y termina en el Oeste, los antiguos
decían que el día había nacido de esa constelación que ocupaba el horizonte del
Este a la medianoche. En las vísperas de Navidad, o a medianoche el 24 de
Diciembre, la constelación de Virgo se levanta desde el horizonte del Este.
Entonces fue grabado que su Hijo y Salvador del mundo
fue nacido de una virgen.
También fue grabado que esta madre virgen estaba
viajando por la noche, que se detuvo en un hospedaje y le dieron la única
habitación disponible entre animales y allí, en un pesebre, donde eran
alimentados los animales, los pastores encontraron al Hijo Santo.
Los animales con los que la Santa Virgen estaba
hospedada son los santos animales del zodiaco. Allí en ese círculo de constante
movimiento de animales astronómicos, esta la Santa Madre, Virgo, y allí la verás
cada medianoche el 24 de Diciembre, parada en el horizonte del Este mientras el
sol y salvador del mundo comienza su viaje hacia el Norte.
Psicológicamente, este nacimiento toma lugar en el
hombre en el día que él descubre que su consciencia es su sol y salvador de su
mundo. Cuando el hombre sabe el significado de esta declaración mística, “Yo
soy la luz del mundo” (Mateo 5:14; Juan 8:12), él se dará cuenta que su YO SOY,
o consciencia, es el sol de su vida, el sol que irradia las imágenes en la
pantalla del espacio. Estas imágenes son la semejanza de aquello que él, como
hombre, es consciente de ser. Por lo
tanto, las cualidades y atributos que aparentan moverse en la pantalla de su
mundo son realmente proyecciones de la luz desde su interior.
Las innumerables esperanzas y ambiciones nunca
realizadas del hombre son las semillas que están enterradas dentro de la
consciencia o vientre virgen del hombre. Allí permanecen como las semillas de
la tierra, contenidas en el desperdicio congelado del invierno, esperando a que
el sol se mueva hacia el Norte, o por el hombre que vuelva al conocimiento de
quién es él. Al volver, él se mueve hacia el Norte a través del reconocimiento
de su verdadero ser, al declarar “YO SOY la luz del mundo”.
Cuando el hombre descubre que su consciencia o YO SOY
es Dios, el salvador de su mundo, el será como el sol en su pasaje hacia el
Norte.
Todas sus necesidades y ambiciones serán calentadas y
estimuladas hacia su nacimiento por este conocimiento de su verdadero ser.
Él declarará que él ya es, lo que hasta ahora deseaba
ser.
Sin la ayuda de ningún hombre, él se definirá a sí
mismo como aquello que él deseaba expresar. El descubrirá que su YO SOY es la
virgen concibiendo sin la ayuda del hombre, que todas las concepciones de él
mismo, cuando las siente, y las fija en su consciencia, serán encarnadas
fácilmente como realidades vivientes en su mundo.
El hombre se dará cuenta un día que todo este drama
toma lugar en su consciencia, que su incondicionada consciencia o YO SOY es la
Virgen María deseando expresar, que por esta ley de auto-expresión él se define
a sí mismo como aquello que desea expresar y que sin la ayuda o cooperación de
nadie él expresará aquello que ha afirmado y definido ser.
Y entonces entenderá: porqué la Navidad está fijada el
25 de Diciembre, mientras que la Pascua es una fecha movible; porqué resta la
Cristiandad en la concepción de una virgen; que su consciencia es el vientre
virgen, o novia del Señor recibiendo impresiones como auto-embarazos y que
luego sin asistencia de nadie, encarnará estas impresiones como las expresiones
de su vida.
CAPITULO
12: CRUCIFICCION Y RESURRECION.
“Yo soy la resurrección y la vida; el
que cree en mí, aunque muera, vivirá.” Juan 11:25.
El
misterio de la crucifixión y la resurrección está tan entretejido que, para que pueda ser comprendido plenamente, ambas
cosas deben explicarse juntas, porque una determina la otra. Este misterio está
simbolizado en la Tierra en los rituales
del Viernes Santo y la Pascua. Habrás observado que el aniversario de
este acontecimiento cósmico, anunciado cada año por la Iglesia, no tiene fecha
fija, como otros los que señalan nacimientos y muertes, sino que cambia cada
año, cayendo en cualquier fecha entre el 22 de marzo y el 25 de abril.
El domingo de Resurrección es determinado de esta manera. El
primer domingo luego de la luna llena en Aries se celebra como la Pascua. Aries
comienza el 21 de Marzo y termina aproximadamente el 19 de Abril. La entrada
del sol en Aries marca el comienzo de la primavera del hemisferio norte.
La luna en su tránsito mensual alrededor de la tierra se forma en algún momento
entre el 21 de Marzo y 25 de Abril en oposición al sol, que tal oposición es
llamada Luna Llena. El primer domingo luego de este fenómeno de que este
fenómeno ocurre en el cielo se celebra como La Pascua; el viernes precedente a
este día se lo toma como Viernes Santo.
La movilidad de esta fecha debería indicar a la
persona observadora que debe buscar alguna interpretación distinta de la
comúnmente aceptada. Esos días no marcan el aniversario de la muerte y la
resurrección de una persona que vivió en la
Tierra.
Visto desde la Tierra, el Sol, en su paso por el
norte, aparece en la estación anual de la primavera para atravesar esa línea
imaginaria que se llama Ecuador. Por eso dice el místico que será cruzado o
crucificado para que el hombre pueda vivir. Es significativo que poco después
de que tenga lugar este acontecimiento, toda la naturaleza empiece a surgir o a
resucitar de su largo sueño invernal. Por lo tanto, se podría concluir que esta
alteración de la naturaleza, en esta estación del año, se debe directamente a
este cruce. Así pues, se cree que el Sol debe derramar su sangre en la Pascua
de los judíos.
Si estos días marcaran la muerte y la resurrección de
un hombre, serían fijos, para que cayeran en las mismas fechas todos los años,
como la mayor parte de los hechos históricos. Pero, obviamente, ese no es el
caso.
Estas fechas no pretendían
señalar los aniversarios de la muerte y la resurrección de Jesús, el hombre.
Las escrituras son dramas psicológicos y revelarán su significado únicamente
cuando son interpretadas psicológicamente.
Estas fechas se han ajustado
para hacerlas coincidir con el cambio cósmico que tiene lugar en esta época del
año, señalando la muerte del viejo año y el inicio o la resurrección de un
nuevo año, o de la primavera.
Estas fechas sí simbolizan la
muerte y la resurrección del Señor; pero ese Señor no es un hombre: es tu
consciencia de ser.
Está escrito que Él dio Su
Vida para que tú puedas vivir: «Yo he venido para que vosotros tengáis la vida
y para que podáis tenerla en más abundancia» (Juan 10:10). La consciencia se
mata a sí misma al separarse de aquello que es consciente de ser, para que
pueda vivir siendo aquello que desea ser.
La primavera es la época del año en
que millones de semillas, que han estado enterradas en la tierra durante todo
el invierno, brotan repentinamente, haciéndose visibles para que el ser humano
pueda vivir.
Y puesto que el drama místico de la
crucifixión y la resurrección está en la naturaleza de este cambio anual, se
celebra en esta estación del año, en la primavera, aunque en realidad está
teniendo lugar en cada momento del tiempo.
El ser que es crucificado es tu consciencia
de ser. La cruz es tu idea de ti mismo. La resurrección es la elevación de la
idea de ti mismo, que se hace visible.
Lejos de ser un día de luto, el Viernes Santo debería
ser un día de regocijo, porque no puede haber resurrección o expresión a menos
que haya primero una crucifixión o impresión. La cosa que ha de resucitar en
tu caso es aquello que deseas ser.
Para hacer esto, debes sentir que eres lo que
deseas ser. Debes sentir «Yo soy la resurrección y la vida del
deseo». El Yo soy (tu consciencia de ser) es el poder que resucita y da vida
a aquello que, en tu consciencia, deseas ser.
«Si dos de vosotros se ponen de acuerdo, eso se
establecerá en la Tierra.» Los dos que se ponen de acuerdo son la cosa deseada
y tú (tu consciencia - la consciencia que desea). Cuando se llega a este
acuerdo, se completa la crucifixión; dos se han cruzado o crucificado. El Yo soy y eso
(la consciencia y aquello que eres consciente de ser) se han unido y
son uno.
El Yo soy, ahora
clavado o fijado en la creencia de que Yo soy es fusión. Jesús, o el Yo soy, está clavado en la cruz de eso.
El clavo que te une a la cruz es el clavo del sentimiento. La unión mística
ahora se ha consumado y el resultado será el nacimiento de un hijo, o la
resurrección de un hijo que da fe de su Padre.
La consciencia está unida a aquello que es consciente
de ser. El mundo de la expresión es el hijo que confirma esta unión. El día que
dejes de ser consciente de ser eso que ahora eres consciente de ser, ese día tu
hijo, o expresión, morirá y regresará al seno de su padre, la conciencia sin
rostro, sin forma.
Todas las expresiones son el resultado de estas
uniones místicas. De modo que los sacerdotes están en lo cierto cuando dicen
que los verdaderos matrimonios se hacen en el Cielo y sólo pueden ser disueltos
en el Cielo. Pero déjame que aclare esta afirmación diciéndote que el Cielo no
es un lugar; es un estado de consciencia. El Reino de los Cielos está dentro de
ti. (Lucas 17:21).
En el Cielo (la conciencia), Dios es tocado por
aquello que es consciente de ser. « ¿Quién me ha tocado? Porque he sentido que
de mí ha salido la virtud.» (Lucas 8:45,46; Marcos 5:30).
En el
momento en que ocurre este tocar (sentimiento), hay un hijo o un «salir de mí»
hacia la visibilidad que tiene lugar.
El día en que el ser humano
siente «Yo soy libre», «Yo soy rico», «Yo soy fuerte», Dios (el Yo soy)
es tocado o crucificado por esas cualidades o virtudes.
Los resultados de ese tocar o crucificar se verán
en el nacimiento o la resurrección de las cualidades sentidas, porque la
persona debe tener una confirmación visible de todo lo que es consciente de
ser.
Ahora sabrás por qué el ser humano o la
manifestación siempre están hechos a imagen de Dios. Tu percepción imagina y
expresa en lo físico todo lo que eres consciente de ser.
«Yo SOY el Señor, y aparte de mí no hay ningún otro
Dios.» (Isaías 45: 5,6).
Yo soy la
Resurrección y la Vida. (Juan 11:25).
Te fijarás en
la creencia de que eres aquello que deseas ser. Antes de tener cualquier prueba
visible de que lo eres, desde la profunda convicción que has sentido que se
fijaba dentro de ti, sabrás que lo eres. Y entonces, sin esperar a la
confirmación de tus sentidos, gritarás: «Está terminado» (Juan 19:30).
Luego, con una fe nacida del conocimiento de esta ley
inmutable, serás como alguien muerto y enterrado; te quedarás quieto y no te
moverás en tu convicción y tendrás confianza en que resucitarás las cualidades
que has fijado y que estás sintiendo dentro de ti.
CAPITULO
13: LAS IMPRESIONES.
“Y tal como hemos traído la
imagen del terrenal, traeremos[a]
también la imagen del celestial.” 1 Corintios 15:49.
Tu consciencia
o tu Yo soy es el potencial
ilimitado donde se forjan las impresiones. Las impresiones son estados
definidos impresos en tu Yo
SOY.
Tu consciencia o tu Yo soy podrían compararse a una película
sensible. En estado virgen, es potencialmente ilimitada. Puedes impresionar o
grabar un mensaje de amor o un himno de
odio, una maravillosa sinfonía o una pieza de jazz discordante.
No importa cuál pueda ser la
naturaleza de la impresión; tu Yo soy recibirá y confirmará de buena gana,
sin decir un murmullo, todas las impresiones.
A la
consciencia se hace
referencia en Isaías 53:3-7.
«Despreciado, deshecho de la
humanidad, hombre de dolores, avezado al
sufrimiento, como uno ante el cual se oculta el rostro, era despreciado y no
era estimado.»
«Con todo, eran nuestros
sufrimientos los que llevaba, cargaba con nuestros dolores, mientras nosotros
le creíamos azotado, herido por Dios y humillado.»
«Pero estaba herido por
nuestras trasgresiones, golpeado por nuestras iniquidades: el castigo, precio
de nuestra paz, caía sobre él, y a causa de sus llagas hemos sido curados.»
«Todos nosotros, como ovejas, nos hemos
descarriado; cada cual sigue su propio camino. Y el Señor ha hecho recaer sobre
él la iniquidad de todos nosotros.»
«Era oprimido y maltratado, y sin embargo, no abría su
boca; como un cordero que es llevado al matadero y como una oveja ante sus
esquiladores, no abría la boca.»
Tu consciencia no condicionada es impersonal; no
hace distinciones entre las personas. (Hechos 10:34; Romanos 2:11).
Sin pensamiento ni esfuerzo, expresa
automáticamente cada impresión que es grabada en ella.
No pone objeciones a ninguna impresión que es
colocada sobre ella porque, aunque es capaz de recibir y expresar cualquier
estado definido, sigue siendo eternamente un potencial inmaculado e ilimitado.
Tu Yo soy es la base sobre la que descansa el estado definido o la
idea de ti mismo; pero no está definido por, ni depende de, esos estados
definidos para su existencia.
Tu Yo soy ni se expande ni se contrae; nada lo modifica ni lo acrecienta. Antes de que existiera cualquier estado definido, eso es.
Cuando todo deje de existir, eso es.
Todos los estados o ideas definidos de ti mismo no son más que expresiones
efímeras de tu ser eterno.
Ser impresionado es ser I'm-pressed*(Yo soy presionado-primera persona-tiempo
presente).
*Nota de la Traductora: Se
trata de un juego de palabras. «Impresionado, en inglés «impressed». Aquí el autor lo desglosa en dos partes: «I'm», que significa Yo soy,
y «pressed», que significa
«presionado».
Todas las expresiones son el
resultado de impresiones. Sólo cuando declares que eres aquello que deseas ser,
expresarás esos deseos. Deja que todos los deseos se conviertan en impresiones
de cualidades que ya son, no que serán. El Yo soy
(tu consciencia) es Dios, y Dios es la plenitud
de todo, el Ahora Eterno, Yo soy.
No tengas ningún pensamiento sobre el mañana; las
expresiones del mañana están determinadas por las impresiones de hoy. “Ahora es el momento aceptado.”
(2 Corintios 6:2, Isaías 49:8). “El
Reino de los Cielos está cerca.” (Mateo
4:17). Jesús (la salvación) dijo: «Yo estoy con vosotros siempre» (Mateo 28:20).
Tu consciencia es el salvador que está contigo siempre; pero si lo niegas, Él
también te negará (Mateo 10:33; Lucas 12:9). Lo niegas al afirmar que Él
aparecerá, como los millones de personas que están afirmando hoy que la
salvación llegará: eso equivale a decir:
«No estamos salvados».
Debes dejar de desear
que aparezca tu salvador y empezar a afirmar que ya estás salvado, y las
señales de tus afirmaciones vendrán a continuación.
Cuando le preguntaron a la
viuda qué tenía en su casa, hubo un reconocimiento de la sustancia: ella
declaró que tenía unas gotas de aceite. (2
Reyes 4:1-6). Unas gotas de aceite se convertirán en un pozo surtido si
son declaradas adecuadamente.
Tu consciencia magnifica todas
las conciencias. Afirmar que tendré aceite (alegría) es confesar que tengo los
depósitos vacíos. Estas impresiones de escasez producen escasez. Dios, tu
consciencia, no hace distinciones entre las personas.
Dios, esa consciencia de toda
existencia, que es pura mente impersonal, recibe impresiones, cualidades y
atributos que definen la consciencia; es
decir, tus impresiones.
Todos tus deseos deberían
estar determinados por la necesidad. Las necesidades, ya sean aparentes o
reales, serán satisfechas automáticamente si son bienvenidas con la suficiente
intensidad de propósito como los deseos claros.
Sabiendo que tu consciencia
es Dios, deberías ver cada deseo como la palabra pronunciada de Dios, que te
dice lo que es. «Dejad de confiar en el hombre, cuyo aliento está en su nariz,
porque, ¿de qué es él estimado?» (Isaías 2:22).
Somos siempre aquello que está definido por
nuestra percepción. Jamás afirmes: «Yo seré eso». A partir de ahora, todas las
afirmaciones deben ser: «Yo soy lo que Yo soy». Antes de pedir se nos responde.
La solución a cualquier
problema asociado con el deseo es obvia. Todos los problemas producen
automáticamente el deseo de una solución.
El ser humano es educado en la creencia de que
sus deseos son cosas contra las cuales debe luchar. En su ignorancia, él niega
a su salvador, que está continuamente llaman do a la puerta de la consciencia
para que le deje entrar (Yo soy la
puerta).
Si tu deseo se realizara, ¿no te salvaría de tu
problema? Dejar entrar a tu salvador es la cosa más fácil del mundo. Las cosas
deben ser, para que las puedas dejar entrar. Tú eres consciente de un deseo; el
deseo es algo de lo que eres consciente ahora.
Tu deseo, aunque es invisible, debe ser afirmado
por ti para que sea algo real. «Dios llama a la existencia a las cosas que no
existen (que no se ven). »
Al afirmar que Yo SOY la
cosa deseada, dejo entrar al salvador.
«Yo estoy ante la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre,
entraré en su casa, cenaré con él y él conmigo. » (Apocalipsis 3:20).
Cada deseo es la llamada a la puerta del
salvador. Esta llamada es oída por todos. La persona abre la puerta cuando
afirma «Yo soy él». Asegúrate de dejar entrar a tu salvador.
Deja que
la cosa deseada se presione sobre ti hasta que estés impresionado con la
actualidad de tu salvador; luego, pronuncia el grito de victoria: «Está
terminado». (Juan 19:30).
CAPITULO
14: CIRCUNCISIÓN.
“En El
también fuisteis circuncidados con una circuncisión no hecha por manos, al
quitar el cuerpo de la carne mediante la circuncisión de Cristo.” Colosenses
2:11
La
circuncisión es la operación que retira el velo que oculta la cabeza de la
creación. El acto físico no tiene nada que ver con el acto espiritual.
El
mundo entero podría ser circuncidado físicamente
y, sin embargo, seguir siendo impuro y
siendo el guía ciego de los ciegos. A los que son circuncidados espiritualmente
se les ha retirado el mal de la oscuridad y
saben que son Cristo, la luz del mundo.
Ahora déjame que te practique a ti, lector, la
operación espiritual. Este acto se realiza en el octavo día después del
nacimiento, no porque ese día tenga algún significado especial, o porque
difiera de alguna manera de los demás días, sino porque el ocho es la figura
que no tiene principio ni fin.
Además los antiguos simbolizaban el octavo número o la
octava letra como un envoltorio o velo dentro y detrás del cual se encontraba
enterrado el misterio de la creación. Así pues, el secreto de la operación en
el octavo día, está de acuerdo con la naturaleza del acto, que es revelar la
cabeza eterna de la creación, ese algo inmutable en el que todas las cosas
comienzan y acaban y que, sin embargo, sigue siendo su ser eterno cuando todas
las cosas dejan de existir. Este algo misterioso es tu consciencia de ser.
En este momento, eres
consciente de existir, pero también eres consciente de ser alguien. Ese
alguien es el velo que oculta al ser que eres realmente. Primero eres
consciente de existir, luego eres consciente de ser una persona.
Después de que el velo de
persona sea colocado sobre tu ser sin rostro, tomas consciencia de ser miembro
de una determinada raza, nación, familia, credo, etc. El velo que debe ser
levantado en la circuncisión espiritual es el velo de la persona.
Pero para que esto pueda
hacerse, primero debes cortar las adhesiones de raza, nación, familia, etc.
«En Cristo no hay griego ni judío, no hay esclavo ni libre, no hay hombre ni
mujer.» (“una renovación en la cual no hay distinción
entre griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, escita, esclavo o
libre, sino que Cristo es todo, y en todos.” Colosenses 3:11).
«Debes dejar a tu padre, a tu
madre, a tu hermano y seguirme.» (“Si alguno viene a mí, y no
aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus
hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo.”, Lucas
14:26).
Para hacer esto, tienes que
dejar de identificarte con estas divisiones y ser indiferente a ese tipo de
afirmaciones. La indiferencia es el cuchillo que corta. El sentimiento es el
lazo que une.
Cuando puedas ver a la
humanidad como una grandiosa hermandad, sin distinciones de raza o credo,
entonces sabrás que has cortado esas adhesiones. Una vez cortados esos lazos,
lo único que ahora te separa de tu verdadero ser es tu creencia de que eres una
persona.
Para
retirar este último velo, debes abandonar tu idea de que eres una persona,
sabiendo que simplemente existes. En lugar de la consciencia de «Yo soy una persona», deja que esté simplemente el «Yo soy»: sin rostro, sin forma y sin figura.
Eres circuncidado espiritualmente cuando
abandonas la consciencia de ser humano y tu
consciencia no condicionada de ser le es revelada como la cabeza eterna
de la creación, una presencia sin forma, sin rostro, que todo lo sabe. Entonces, sin
velo y despierto, declararás y sabrás que Yo soy
Dios y, aparte de mí, esta consciencia, no hay ningún Dios.
Este misterio se cuenta simbólicamente en la
historia de la Biblia en la que Jesús
lava los pies de sus discípulos. Está
escrito que Jesús dejó de lado su ropa y agarró una toalla y se envolvió
con ella. Luego, después de lavar los pies de los discípulos, los secó con la toalla con la que estaba
envuelto. Pedro protestó porque no quería que le lavaran los pies y se
le dijo que si sus pies no eran lavados, no tendría parte con Jesús. Pedro,
al oír esto, replicó: «Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza». Jesús le respondió
diciendo: « El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, pues está
completamente limpio». (Juan 13:1-10).
El sentido común le diría al
lector que una persona no tiene todo el cuerpo limpio por el mero hecho de que
le laven los pies. Por lo tanto, o bien debería descartar esta historia ser
fantasiosa, o bien buscar su significado oculto.
Todas las historias de la
Biblia son un drama psicológico que tiene lugar en la consciencia del hombre, y
ésta no es una excepción. Este lavado de
los pies de los discípulos es la historia mística de la circuncisión espiritual
o la revelación de los secretos del Señor.
Jesús
es llamado «el Señor». Te han dicho que el nombre del Señor es Yo soy - Je Suis. «Yo soy el Señor, ése es mi nombre», (Isaías 42:8.) La historia cuenta que Jesús
estaba desnudo, salvo por una toalla que cubría sus partes o secretos.
Jesús o
el Señor simboliza tu consciencia de ser, cuyos secretos oculta la toalla (la consciencia de la persona). El pie simboliza
la comprensión, que el Señor debe lavar para eliminar todas las creencias o
ideas humanas sobre uno mismo. Cuando la toalla es retirada para secar los
pies, los secretos del Señor son revelados.
En
pocas palabras, el hecho de retirar la creencia de que eres una persona deja
ver que tu consciencia es la cabeza de la creación. La persona es el prepucio
que oculta la cabeza de la creación. Yo soy
el Señor que el velo de la persona oculta.
CAPITULO
15: UN LAPSO DE TIEMPO.
“No se turbe vuestro corazón; creed en Dios, creed también
en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no fuera
así, os lo hubiera dicho; porque voy a preparar un lugar para vosotros.
Y si me voy y preparo un lugar para vosotros, vendré otra vez y
os tomaré conmigo; para que donde yo estoy, allí estéis también
vosotros.” Juan 14:1-3.
«No estéis angustiados. Creed en Dios, creed
también en mí. En la casa de mi Padre hay
muchas moradas; si no fuera así, os lo habría dicho. Voy a prepararos un sitio. Volveré y os
tomaré conmigo, para que donde yo
estoy, estéis vosotros también.»
El
Mí en el que debes creer es tu consciencia, el Yo soy: es Dios. Es también
la casa del Padre que contiene en su interior todos los estados de
consciencia imaginables. Cada estado de consciencia condicionado es llamado «mi
morada».
Esta conversación tiene lugar dentro de ti. Tu Yo
soy, la consciencia no condicionada,
es el Jesucristo que le habla al Yo condicionado,
la consciencia de Juan Pérez. «Yo soy Juan», desde el punto de vista místico, es dos seres; es
decir, Cristo y Juan.
De modo que voy a preparar
un lugar para ti, pasando de actual
estado de consciencia al estado deseado. Es una promesa
que le hace tu Cristo, o tu consciencia de ser, a tu idea actual de ti mismo,
para que abandones tu conciencia actual y te apropies de otra.
El hombre es tan esclavo del tiempo que, si después de
haberse apropiado de un estado de consciencia que actualmente no es visto por
el mundo, y si el estado del que se ha apropiado no se encarna inmediatamente,
pierde la fe en su declaración invisible. Sin dilación, la abandona y vuelve a
su anterior estado de ser estático.
Debido a esta limitación del ser humano, he
descubierto que resulta muy útil emplear un lapso de tiempo determinado para
realizar este viaje a la morada preparada.
«Espera
sólo un poco.» (Job 36:2).
Todos hemos clasificado los
diferentes días de la semana, los meses del año y las estaciones. Con esto
quiero decir que tú y yo hemos dicho, una y otra vez: «Hoy parece domingo», o «lunes», o «sábado».
También
hemos dicho en medio del verano: «Parece que fuera otoño». Esta
es una prueba positiva de que tú y yo tenemos unos sentimientos claros
asociados a estos diferentes días, meses y estaciones del año.
Debido a estas asociaciones,
podemos mantenernos conscientemente, en cualquier momento, en el día o la
estación que hayamos elegido. No definas egoístamente este lapso en días y
horas porque estés ansioso por recibir lo deseado.
Simplemente debes mantenerte
en la convicción de que ya está hecho (puesto que el tiempo es puramente
relativo, debería ser eliminado por completo) y de que tu deseo se realizará.
Esta capacidad de
permanecer en cualquier momento en el tiempo nos permite emplear el
tiempo en nuestro viaje hacia la mansión deseada. Ahora yo (la consciencia) voy
a un momento en el tiempo y, ahí, preparo el
lugar.
Si voy a ese momento en
el tiempo y preparo un lugar, regresaré a este momento del tiempo del que he
salido, y te recogeré y te llevaré conmigo
a ese lugar que he preparado,
para que donde Yo soy, tú también
puedas ser.
Permíteme que te dé un ejemplo
de este viaje. Supón que tienes un intenso
deseo. Como la mayoría de la gente que está esclavizada por el tiempo, es posible que sientas que no
podrás realizar un deseo tan grande en
un lapso de tiempo limitado.
Pero si
reconoces que todas las cosas son posibles para Dios, si crees que Dios es el yo que está dentro de ti, o tu consciencia de ser, entonces puedes decir:
«Como Juan no puedo hacer nada, pero puesto que todas las cosas son posibles para Dios, y sé que Dios es mi consciencia de
ser, puedo realizar mi deseo en poco tiempo. Cómo se va a realizar mi deseo, no lo
sé (como Juan), pero por la ley de mi ser, sé que se realizará».
Con esta creencia firmemente establecida, decide cuál
sería el lapso de tiempo relativo, racional,
en el que ese deseo se podría realizar.
Una vez más,
permíteme que te recuerde que no debes acortar ese lapso porque estés ansioso por
recibir tu deseo; haz que
sea un lapso de tiempo natural. Nadie puede decirte cuál ese lapso de tiempo. Sólo tú puedes decir cuál sería ese lapso para ti.
El lapso de tiempo es relativo;
es decir, dos personas no establecerían la
misma medida de tiempo para la realización de su deseo.
El tiempo siempre está
condicionado por la idea que la persona tiene de sí misma. La confianza en ti
mismo, como está condicionada por la
consciencia, siempre acorta el lapso de tiempo.
Si estuvieras acostumbrado a
los grandes logros, te darías un lapso de tiempo mucho más corto para realizar
tu deseo que el que se daría una persona formada en la derrota.
Si hoy fuera miércoles y
decidieras que sería bastante posible que tu deseo encarne una nueva
realización de ti el domingo, entonces el domingo es el momento en el tiempo
que visitarías. Para realizar esta visita, cierras el miércoles y dejas entrar
al domingo. Esto se consigue simplemente sintiendo que hoy es domingo. Empieza a oír las campanas de la iglesia; empieza
a sentir la tranquilidad de ese día y todo lo que el domingo significa para ti;
siente realmente que es domingo.
Cuando hayas logrado esto,
siente la alegría de haber recibido eso que el miércoles no era más que un
deseo. Siente la emoción absoluta de haberlo recibido, y luego regresa al
miércoles, el momento en el tiempo que dejaste atrás. Al hacer esto, has
creado un vacío en la consciencia pasando del miércoles al domingo.
La naturaleza, que detesta los
vacíos, se apresura a llenarlo, creando así un molde a semejanza de aquello que
potencialmente creas, es decir, la dicha de haber realizado tu deseo definido.
Cuando regreses al miércoles estarás lleno de una
expectativa alegre, porque habrás establecido la consciencia de aquello que
debe tener lugar el siguiente domingo. Mientras pasas por el lapso del jueves,
el viernes y el sábado, nada te altera, independientemente de las
circunstancias, porque ya has predeterminado lo que serás en el Sabbat y ésa
sigue siendo una convicción inalterable.
Habiendo ido antes a preparar
el lugar, has regresado a Juan y ahora estás llevándolo contigo, a través del
lapso de tres días, hacia el lugar preparado para que él pueda compartir tu
alegría contigo, porque donde yo estoy podéis
estar vosotros también.
CAPITULO
16: EL DIOS TRINO.
“Y dijo Dios: Hagamos al hombre a
nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza.” Genesis 1:26.
Habiendo descubierto que Dios es nuestra consciencia
de ser y que esta realidad no condicionada, inmutable (el Yo soy), es
el único creador, veamos
por qué la Biblia habla de una trinidad como creadora del mundo.
En el verso 26 del primer capítulo del Génesis, se afirma: «Y Dios dijo:
"Hagamos aI hombre a nuestra
imagen"». Las iglesias se refieren a esta pluralidad de Dioses como Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu
Santo.
Jamás han intentado explicar lo que quieren decir con
«Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo», porque no saben nada acerca
de este misterio.
Padre, Hijo y Espíritu Santo son los tres aspectos o
condiciones de la consciencia de ser, no condicionada, llamada
Dios. La consciencia de ser
precede a la consciencia de ser algo. Esa conciencia no condicionada que
precede a todos los
estados de consciencia es Dios: Yo soy. Los tres aspectos condicionados o
divisiones de sí misma pueden explicarse mejor de esta manera.
La actitud receptiva de la
mente es ese aspecto que recibe impresiones y, por lo tanto, puede compararse
al útero o a la Madre.
Aquello que hace la impresión
es el aspecto masculino o que presiona y, por lo tanto, es conocido como el
Padre.
La impresión, con el tiempo, se convierte en una expresión,
la cual es siempre la imagen y semejanza de la impresión; por lo tanto, se
dice que este aspecto materializado es el Hijo que da fe de su Padre-Madre.
La comprensión de este misterio de la trinidad permite
a la persona que lo comprende transformar por completo su mundo y crearlo a su
propio gusto.
He aquí una aplicación
práctica de este misterio. Siéntate en silencio y decide que es lo que más te
gustaría expresar o poseer. Cuando lo hayas decidido, cierra los ojos y aleja
tu atención completamente de aquello que negaría la realización de la cosa
deseada.
A continuación, adopta una
actitud mental receptiva y juega al juego de suponer, imaginando cómo te
sentirías si realizaras tu deseo ahora. Empieza por escuchar como si el espacio
te estuviera hablando y diciéndote que ahora eres aquello que deseas ser.
Esta actitud receptiva es el
estado de consciencia que debes adoptar para que se pueda realizar
una impresión. Cuando hayas alcanzado este estado de ánimo flexible e
impresionable, entonces empieza a grabar en ti el hecho de que eres eso que
deseas ser, afirmando y sintiendo que ahora estás expresando y poseyendo
aquello que habías decidido ser y tener. Continúa con esta actitud hasta que se
realice la impresión.
Cuando contemplas ser y poseer aquello que has
decidido ser y tener, notarás que, con cada inhalación de tu respiración, una
emoción alegre recorre todo tu ser. Esta emoción aumenta en intensidad cuando
sientes cada vez más la alegría de ser aquello que estás afirmando ser.
Luego, en una última inhalación profunda, todo tu ser explosionará
con la alegría de la realización y sabrás, por tu sentimiento, que estás
fecundado por Dios, el Padre.
En cuanto la impresión esté hecha, abre los ojos
y regresa al mundo que unos instantes antes dejaste fuera.
En esta actitud receptiva,
mientras contemplabas ser aquello que
deseabas ser, en realidad estabas realizando el acto espiritual de la
generación. Así que ahora puedes volver de esa meditación silenciosa como un
ser preñado, que lleva en su vientre un hijo o una impresión, que ha sido
concebido inmaculadamente sin la ayuda del hombre.
La duda es la única fuerza
capaz de molestar a la semilla o la impresión. Para evitar perder un bebé tan
maravilloso, mantén
el secreto durante el lapso de tiempo
que tardará la impresión en
convertirse en una expresión. No le hables a nadie de tu romance espiritual.
Encierra tu secreto dentro de
ti, con alegría, feliz y seguro de que algún día darás a luz al hijo de tu amante expresando y poseyendo
la naturaleza de tu impresión. Entonces
comprenderás el misterio: «Dios dijo: “Hagamos
al hombre a nuestra imagen"».
Sabrás que la pluralidad de
dioses al que se hacía referencia son los tres aspectos de tu
propia consciencia y que tú eres la trinidad, que se encuentran en un cónclave
espiritual para crear un mundo a imagen y semejanza de aquello eres consciente de ser.
CAPITULO
17: LA ORACIÓN.
“cuando ores,
entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está
en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.” Mateo 6:6.
“Por eso os digo que todas las cosas
por las que oréis y pidáis, creed que ya las habéis recibido, y os serán
concedidas.” Marcos 11:24.
La oración es la experiencia más
maravillosa que una persona puede tener.
A diferencia de los susurros diarios de la gran
mayoría de la humanidad de todas las regiones que, con sus vanas repeticiones, espera que Dios la oiga, la
oración es el éxtasis de una boda espiritual que tiene lugar en la profunda
y silenciosa quietud de la consciencia.
En su verdadero sentido, la oración
es la ceremonia de matrimonio con Dios. Del mismo modo que, el día de su boda,
una muchacha renuncia al apellido de su familia para adoptar el apellido del
marido, asimismo la persona que reza debe renunciar a su nombre o naturaleza actual y adoptar la naturaleza de
aquello por lo que reza.
Los evangelios han instruido claramente a las personas
sobre la realización de esta ceremonia de la siguiente manera: "Cuando
reces, entra en tu interior en secreto y cierra la puerta y, tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará abiertamente»
(Mateo 6:6).
Entrar en tu interior es entrar en los aposentos
nupciales. Del mismo modo que en la noche de bodas sólo se permite que entren
el novio y la novia en una habitación tan sagrada como es la suite nupcial,
tampoco se permite que nadie, excepto la persona que reza y aquello por lo que
reza, entre en el momento sagrado de la oración. De la misma manera que al
entrar en la suite nupcial el novio y la novia cierran la puerta al mundo
exterior, también la persona que entra en el momento sagrado de la oración debe
cerrar la puerta de los sentidos y dejar el mundo que le rodea absolutamente
fuera. Esto se logra alejando la atención completamente de todas las cosas que
no sean aquello de lo que ahora estás enamorado (la cosa deseada).
La segunda fase de esta
ceremonia espiritual está definida en estas palabras: «Cuando recéis, creed
que habéis recibido y recibiréis». Cuando crees alegremente ser y poseer
aquello que deseas ser y tener, has dado este segundo paso y, por lo tanto,
estás realizando espiritualmente actos de matrimonio y generación.
Tu actitud mental receptiva
mientras rezas o contemplas podría compararse a una novia o a un útero, porque
es ese aspecto de la mente el que recibe las
impresiones. Aquello que contemplas ser es el novio, porque es el nombre
o la naturaleza que adoptas y, por lo tanto, es aquello que deja su fecundación.
De modo que uno renuncia a la soltería o a su actual naturaleza cuando adopta
el nombre y la naturaleza de la fecundación.
Perdido en la contemplación y habiendo adoptado
el nombre y la naturaleza de la cosa contemplada, todo tu ser se emociona con
la alegría de ser eso. Esta emoción que recorre todo tu ser cuando te apropias
de la consciencia de tu deseo es la prueba de que estás casada y has sido
fecundada.
Cuando regresas de esta meditación silenciosa, la
puerta se abre una vez más al mundo que dejaste atrás. Pero esta vez regresas
como una novia embarazada. Entras en el mundo siendo un ser transformado y,
aunque sólo tú sabes de este maravilloso romance, muy pronto el mundo verá las
señales de tu embarazo, porque empezarás a expresar aquello que en tus momentos
de silencio sentiste que eras.
La madre del mundo, o la novia
del Señor, se llama expresamente María, o agua, porque el agua pierde su
identidad cuando adopta la naturaleza de aquello con lo que se mezcla.
Asimismo, María, la actitud
mental receptiva, debe perder su identidad al adoptar la naturaleza de la cosa
deseada. Únicamente cuando uno está
dispuesto a renunciar a sus limitaciones y a su identidad del presente,
puede uno convertirse en aquello que desea
ser. La oración es la fórmula mediante la cual se realizan esos
divorcios y esos matrimonios.
«Si dos de vosotros se ponen de acuerdo, eso se establecerá en la Tierra.»
(Mateo 18:19).
Los dos que se ponen de
acuerdo son tú, que eres la novia, y
la cosa deseada, que es el novio. Cuando se logre este acuerdo, nacerá
un niño que dará fe de esta unión. Empezarás a expresar y a poseer aquello que
eres consciente de ser. Rezar es, por lo tanto, reconocer que eres
aquello que deseas ser, en lugar de rogarle
a Dios que te dé aquello que deseas.
Millones de plegarias se quedan sin responder a diario
porque el ser
humano le reza a un Dios que no existe. Puesto que la consciencia es Dios, uno debe buscar en la consciencia la
cosa deseada adoptando la consciencia de la cualidad que uno desea.
Sólo cuando uno hace esto, sus plegarias son
respondidas. Ser consciente de ser pobre mientras uno reza para tener riqueza es
ser recompensado con aquello que uno es consciente de ser: es decir, con
pobreza. Para que las oraciones tengan éxito deben ser afirmadas y apropiadas.
Adopta la consciencia positiva de la cosa deseada.
Cuando tengas tu deseo
definido, entra silenciosamente en tu interior y cierra la puerta detrás de ti.
Piérdete en tu deseo; siente que eres uno con él; mantente en esta fijación
hasta que hayas absorbido la vida y el nombre afirmando y sintiendo que eres y
tienes lo que deseabas. Cuando salgas de tu
momento de oración, debes hacerlo siendo consciente de ser y poseer
aquello que hasta ese momento deseabas.
CAPITULO
18: LOS DOCE DISCIPULOS.
“Entonces llamando a sus doce
discípulos, Jesús les dio poder sobre los espíritus inmundos
para expulsarlos y para sanar toda enfermedad y toda dolencia.” Mateo 10:1.
Los doce discípulos representan las doce cualidades de
la mente que pueden ser controladas y disciplinadas por el ser humano. Si son
disciplinadas, obedecerán en todo momento las órdenes de quien las ha
disciplinado.
Estas doce
cualidades en el ser humano son potenciales de todas las mentes. Cuando están
indisciplinadas, sus actos recuerdan más a los actos de una pandilla que a los
de un ejército entrenado y disciplinado.
El origen de todas las tormentas y confusiones en las que está sumergido
el ser humano puede hallarse directamente en esas doce
características mal relacionadas de la mente humana en su actual estado
inactividad. Hasta que sean despertadas y disciplinadas, permitirán que cada
rumor y cada emoción sensual les afecten.
Cuando las doce están
disciplinadas y se tiene un control sobre, el que ejerce este control les dirá:
«A partir de ahora no os llamaré esclavas, sino amigas» (Juan 15:15).
Sabe que, a partir de ese
momento, cada atributo de la mente adquirido y disciplinado será su amigo y le
protegerá.
Los nombres de las doce cualidades revelan sus naturalezas.
No se les da estos nombres hasta que son llamados a ser discípulos. Estos son:
Simón, que más tarde fue llamado Pedro, Andrés, Santiago, Juan, Felipe,
Bartolomé, Tomás, Mateo, Santiago, hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananita y
Judas. (Mateo 10; Marcos 1; Marcos 3; Lucas 6).
La primera cualidad que debe ser llamada y
disciplinada es Simón, o el atributo del oído.
Esta facultad, cuando es elevada al nivel de un
discípulo, permite que sólo lleguen a la consciencia aquellas impresiones que
el oído le ha ordenado que deje entrar. No importa lo que la sabiduría de la
persona pueda sugerir o la evidencia de sus sentidos pueda transmitir; si
dichas sugerencias e ideas no están de acuerdo con lo que oye, permanece
inmutable. Esta ha sido instruida por su Señor y entiende que cada sugerencia
que permite que pase por su puerta, al llegar a su Señor y Maestro (su
consciencia), dejará su impresión ahí y, con el tiempo, esa impresión se
convertirá en una expresión.
La instrucción a Simón es que debería permitir
únicamente la entrada de visitantes dignos y honorables a la casa (la
consciencia) de su Señor. Ningún error puede tapar u ocultar a su Maestro,
porque cada expresión de la vida le dice a su Señor a quién ha prestado
atención consciente o inconscientemente.
Cuando Simón, por sus obras,
demuestra que es un discípulo sincero y fiel, entonces recibe el nombre de
Pedro o la piedra, el discípulo impasible, el que no puede ser sobornado o
coaccionado por ningún visitante. Su Señor lo ha llamado Simón Pedro, el que
escucha fielmente las órdenes de su Señor y decide qué órdenes no escucha.
Es este Simón Pedro quien
descubre que el Yo soy es Cristo
y, por su descubrimiento, se le dan las llaves del Cielo y se convierte en la
piedra fundamental sobre la cual
descansa el Templo de Dios. Los edificios deben tener cimientos firmes y solo el
oír disciplinado, al saber que el Yo soy es
Cristo, puede mantenerse firme e impasible en el conocimiento de que Yo soy Cristo y aparte de Mí no hay ningún otro salvador.
La segunda cualidad
llamada a ser un discípulo es Andrés, o la valentía.
Cuando se desarrolla
la primera cualidad, la fe en uno mismo, automáticamente hace que nazca su
herma, la valentía. La fe en uno mismo, que no pide la ayuda del hombre, sino
que se apropia en silencio y por sí sola de la consciencia de la cualidad
deseada (a pesar de la razón o de la evidencia de sus sentidos, que le indican
lo contrario) sigue siendo fiel, esperando pacientemente con el conocimiento de
que su afirmación invisible, si se mantiene, debe realizarse.
Esta fe
desarrolla una valentía y una fortaleza de carácter que están más allá
de lo que pueda llegar a imaginar la persona indisciplinada
cuya fe está en las cosas visibles.
La fe de la persona indisciplinada no
puede llamarse verdaderamente fe. Porque si le quitamos a una persona los
ejércitos, las medicinas o la sabiduría en las que pone su fe, la fe y la
valentía desaparecen con ella. Pero a la persona disciplinada le podemos
arrebatar el mundo entero y, sin embargo, seguirá teniendo fe, con el
conocimiento de que el estado de consciencia en el que mora se encarnará a su
debido tiempo. Esta valentía es el hermano de Pedro, Andrés, el discípulo que
sabe lo que es atreverse, hacer y
guardar silencio.
Las siguientes dos cualidades que son llamadas también
están relacionadas. Son los hermanos Santiago y Juan, Santiago el justo, el
juez recto, y su hermano Juan, el amado.
Para que la
justicia sea sabia, debe ser administrada con amor, poniendo siempre la otra
mejilla y respondiendo en todo momento al mal con el bien, al odio con amor, a
la violencia con no-violencia.
Cuando el discípulo Santiago, símbolo de un
juicio disciplinado, es elevado al alto cargo de juez supremo, se le debe
poner una venda en los ojos para que no sea influido por la carne y no juzgue
por las apariencias. El juicio disciplinado es administrado por alguien que no
está influido por las apariencias.
El que llamó a estos hermanos a ser sus discípulos
se mantiene fiel a su orden de oír únicamente aquello que le han ordenado oír,
es decir, el Bien. La persona que tiene la cualidad de una mente disciplinada
es incapaz de oír y aceptar como cierta cualquier cosa, sobre ella o sobre otra
persona, que, al oírla, no llene su corazón con amor.
Estos dos discípulos o aspectos de la mente son
uno e inseparables cuando son despertados. Alguien tan disciplinado perdona a
todas las personas por ser como son. Puesto que es un juez sabio, sabe que cada
persona expresa a la perfección aquello que, como ser humano, es consciente de
ser. Sabe que sobre los cimientos inmutables de la consciencia descansan todas
las manifestaciones y que los cambios de expresión pueden producirse únicamente
mediante un cambio en la consciencia.
Sin condena ni críticas, estas
cualidades disciplinadas de la mente permiten que todo el mundo sea como es. No
obstante, aunque permite que todas las personas tengan esta libertad de
escoger, siempre están vigilantes para ver que predigan y hagan (pura sí mismas
y para los demás) solamente aquellas cosas que, cuando son expresadas,
glorifican, dignifican y dan alegría a quien las expresa.
La quinta cualidad llamada a ser un discípulo es
Felipe.
Este pidió que
le mostraran al Padre. La persona despierta sabe
que el Padre es el estado de
consciencia en el que habita el ser humano y que ese estado o Padre sólo puede verse cuando es expresado.
Sabe que está hecha a la perfecta imagen o
semejanza de esa consciencia con la que se identifica.
De modo que declara: «Nadie ha visto jamás a mi Padre,
pero yo, el hijo, que moro en su seno, lo he revelado (Juan 1:18).
Por lo tanto, cuando me veis a mí, el hijo, veis a mi Padre, porque he venido
para dar fe de mi Padre» (Juan 14:7). (Jesús le dijo*: ¿Tanto tiempo he estado con vosotros, y todavía no me conoces,
Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo dices tú: “Muéstranos
al Padre”?, ¿No crees que yo estoy en
el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os digo, no las hablo por mi
propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí es el que hace las obras.
Creedme que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí; y si no,
creed por las obras mismas. Juan 14:9-11).
Mi Padre y yo, la consciencia y su expresión, Dios y
el hombre, son uno.
Este aspecto de la mente,
cuando se disciplina, persiste hasta que las ideas, las ambiciones y los deseos se convierten
en realidades encarnadas. Ésta es la cualidad que afirma: «Pero en mi
carne veré a Dios» (Job 19:26).
Sabe cómo convertir la palabra
en carne (Juan 1:14),
cómo dar forma a lo informe.
El sexto
discípulo se llama Bartolomé.
Esta
cualidad es la facultad imaginativa, una cualidad de la mente
que cuando está despierta te diferencia de las masas.
Una imaginación despierta
coloca al que ha despertado por encima de la persona media, dándole la
apariencia de un rayo de luz en un mundo de oscuridad. Ninguna cualidad separa
tanto a una persona de otra como la imaginación disciplinada. Es como separar
el trigo de la paja. Los que más han
aportado a la sociedad son nuestros artistas, científicos, inventores y otras
personas con una imaginación vivida.
Si hicieran un estudio para determinar por qué muchos
hombres y mujeres fracasan en los años posteriores a la universidad, mientras
que otros triunfan, encontraríamos que la imaginación había jugado un papel
importante. Un estudio de ese tipo mostraría que es la imaginación o la falta
de ella la que hace que una persona sea un líder, o un segundón.
En lugar de desarrollar la imaginación del ser humano,
nuestro sistema educativo a menudo la sofoca al intentar introducir en la
mente de la persona la sabiduría que busca. La obliga a memorizar una serie de
libros de texto que, con demasiada rapidez, son refutados por libros
posteriores.
La educación no se consigue introduciendo algo en una
persona; su propósito es extraer de la persona la sabiduría que está latente
en ella. Espero, lector, que conviertas a Bartolomé en tu discípulo, porque
únicamente cuando esta cualidad sea elevada a la categoría de discípulo,
tendrás la capacidad de concebir ideas que te elevarán más allá de las
limitaciones del hombre.
El séptimo se llama Tomás.
Esta cualidad disciplinada
duda, o niega, cada rumor o sugerencia que no está en armonía con lo que se le
ha ordenado a Simón Pedro que deje entrar. La persona que es consciente de
estar sana (no porque ha heredado una buena salud, ni por la dieta o el clima,
sino porque ha despertado y conoce el estado de consciencia en el que vive)
continuará expresando una buena salud, a pesar de las condiciones del mundo.
Podría enterarse a través de
la prensa, la radio y los sabios del mundo que una plaga está arrasando la
Tierra y, sin embargo, seguiría impasible y no se dejaría impresionar. Tomás,
el que duda, si está disciplinado, negará que la enfermedad, o cualquier otra
cosa que no esté en sintonía con la consciencia a la que pertenece, tenga algún
poder para afectarlo.
Es la cualidad de la negación, cuando está
disciplinada, evita que la persona reciba impresiones que no están en
armonía con su naturaleza. Adopta una actitud de indiferencia absoluta a todas las sugestiones que son ajenas a aquello que desea
expresar. La negación disciplinada no es una lucha, sino indiferencia absoluta.
Mateo, el octavo, es el don de
Dios.
Esta cualidad de la mente
revela que los deseos del hombre son regalos de Dios. La persona que ha llamado
a este discípulo a la existencia sabe que todos los deseos de su
corazón son un regalo del Cielo y que contienen el poder y el plan para su
expresión.
Una persona así jamás
cuestiona la forma en que se expresará. Sabe que el plan de expresión nunca le
es revelado al hombre porque no se pueden averiguar las formas de actuar de
Dios. (Romanos 11:33).
Acepta completamente sus
deseos como regalos que ya ha recibido y
sigue su camino en paz, confiando en que aparecerán.
El noveno discípulo se llama
Santiago hijo de Alfeo.
Esta es la cualidad del
discernimiento. Una mente clara y ordenada es la voz que llama a este discípulo
a la existencia. Esta facultad percibe aquello que no ha sido revelado para el
ojo humano. Este discípulo no juzga por las apariencias, porque tiene la capacidad de funcionar en la
esfera de las causas, por lo tanto, jamás se deja engañar por las apariencias.
La clarividencia es la
facultad que se despierta cuando esta cualidad está desarrollada y
disciplinada; no la clarividencia de las sesiones de espiritismo de los
médiums, sino la auténtica clarividencia o capacidad de ver claramente de los
místicos.
Es decir, este aspecto de la
mente tiene la capacidad de interpretar lo que se ve. El discernimiento o la
capacidad de diagnosticar es la cualidad de Santiago, hijo de Alfeo.
Tadeo, el décimo, es el discípulo de la alabanza, una
cualidad de la que carece por completo la persona indisciplinada.
Cuando esta cualidad de la alabanza y el dar las
gracias está despierta dentro de la persona, ésta se pasea con las palabras
«Gracias, Padre» en los labios. Sabe que su gratitud por las cosas no vistas
abre las ventanas del cielo y permite que se viertan sobre él regalos
que van más allá de su capacidad de recibir.
La persona que no se siente agradecida por las cosas
recibidas probablemente no recibirá muchos regalos de la misma fuente. Hasta
que esta cualidad de la mente esté disciplinada, el ser humano no verá al
desierto florecer como una rosa. La alabanza y la gratitud son a los regalos
invisibles de Dios (los deseos que uno tiene) lo que la lluvia y el Sol a las
semillas invisibles que están en el seno de la tierra.
La undécima cualidad es Simón
de Cana.
Una frase clave para este
discípulo es «Oír buenas noticias». Simón de Cana, o Simón de la tierra de la
leche y la miel, cuando es llamado a ser discípulo, es la prueba de que alguien
que posee esta facultad es consciente de la abundancia de la vida. Puede decir
con el salmista David: «Me preparas una mesa en presencia de mis enemigos,
perfumas con ungüento mi cabeza y me llenas la copa a rebosar» (Salmos 23:5).
Este aspecto disciplinado de
la mente es incapaz de oír nada que no sean buenas noticias y, por lo tanto,
está bien cualificada para predicar el Evangelio o el Buen hechizo.* (Nota de la Traductora: Aquí el autor hace un
juego de palabras. «Evangelio» en inglés es
«Gospel» y «Buen hechizo» es «Good-spell»).
La duodécima y última de las cualidades disciplinadas
de la mente se llama Judas.
Cuando esta
cualidad está despierta, la persona sabe que debe dejar de ser lo que es para
poder convenirse en lo que desea ser. Así, se dice de este discípulo que se suicidó,
que es la manera que tiene el místico de decirle al iniciado que Judas es el
aspecto disciplinado del desprendimiento.
Este sabe que su Yo soy,
o consciencia, es su salvador, de modo que deja ir a todos los demás
salvadores. Esta cualidad, cuando está disciplinada, le da a la persona la fuerza
para soltar.
La persona que ha llamado a
Judas a la existencia ha aprendido a alejar su atención de los
problemas o las limitaciones y a ponerla en aquello que es la solución o el
salvador. «El que no nace de nuevo no puede entrar en el Reino de los Cielos.»
(Juan 3:3).
«Nadie
tiene mayor amor que el que da la vida por un amigo.»(Juan 15:13).
Cuando la
persona se da cuenta de que la cualidad deseada, si se realiza, le salvará y
será su amiga, renuncia de buena gana a su vida (su concepto actual de sí
misma) por su amiga, apartando su consciencia de aquello que es consciente de
ser y adoptando la consciencia de aquello que desea ser.
Cuando el hombre despierte de su estado
indisciplinado, Judas, un discípulo al que el mundo, en su ignorancia, ha
desacreditado, será colocado en un lugar elevado, porque Dios es amor y nadie
tiene mayor amor que este, que dejar su vida por un amigo. La persona no se
convertirá en aquello que desea ser hasta que abandone eso que ahora es
consciente de ser; y Judas es el que consigue esto a través del suicidio o el
desprendimiento.
Estas son las doce cualidades
que le fueron dadas al hombre en la creación del mundo. El deber del ser
humano es elevarlas al nivel de discípulas. Cuando logre esto, dirá: «He
acabado la obra que me encomendaste y te he glorificado en la Tierra. Ahora,
Padre, glorifícame tú junto a ti con la gloria que tenía contigo antes de
existir el mundo».
CAPITULO
19: LUZ LIQUIDA.
“En Él
vivimos, nos movemos y existimos.” Hechos 17:28.
Psíquicamente, este mundo es como un océano de luz que
contiene en su interior todas las cosas, incluido el ser humano, como cuerpos
palpitantes envueltos en luz líquida.
La historia bíblica
del Diluvio (Génesis 6-8) es el estado en el que vive el hombre.
En realidad está envuelto en un
océano de luz líquida en el que se mueve una gran cantidad de
seres de luz.
La historia del Diluvio sigue representándose en la
actualidad. El ser humano es el Arca que contiene en su interior los principios
masculino-femenino de todo ser vivo. La paloma, o la idea, que es enviada para
que encuentre tierra firme el
intento del ser humano de encarnar sus ideas. Las ideas del ser humano recuerdan a las aves en vuelo: como la paloma
del relato bíblico, regresan a él sin encontrar un lugar donde descansar.
Si la persona no permite que estas búsquedas infructuosas la desanimen, un día el ave regresará con una
ramita verde. Cuando haya adoptado la consciencia de la cosa deseada, se
convencerá de que es así, y sentirá y sabrá que es aquello de lo que se ha
apropiado conscientemente, aunque todavía no haya sido confirmado por sus
sentidos.
Un día, la persona se identificará tanto con su idea que sabrá que eso es ella, y declarará: «Yo SOY.
Yo soy lo que deseo ser (Yo
soy lo que Yo soy).» Descubrirá que, al hacer esto,
empezará a encarnar su deseo (esta vez, la paloma o el deseo encontrará tierra
firme), realizando así el misterio de la palabra hecha carne.
Todo en el mundo es una
cristalización de esta luz líquida. Yo soy
la luz del mundo (Juan 8:12; Juan 9:5; Juan 12:46).
Tu consciencia de ser es la
luz líquida del mundo que se cristaliza en las ideas que tienes de ti mismo.
Tu consciencia de ser no
condicionada fue concebida primero en la luz líquida (que es la velocidad
inicial del universo). Todas las cosas, desde las vibraciones (o expresiones)
más altas hasta las más bajas de la vida no son más que distintas vibraciones
o velocidades de esta velocidad inicial. El oro, la plata, el hierro, la
madera, la carne, etc., sólo son diferentes expresiones o velocidades de esta
única sustancia: luz líquida.
Todas las cosas son luz
líquida cristalizada. La diferenciación o infinidad de expresiones está
causada por el deseo de la persona que las concibe de conocerse a sí misma. Tu
concepto de ti mismo determina automáticamente la velocidad necesaria para
expresar aquello que has concebido que eres.
El mundo es un océano de luz
líquida en innumerables estados diferentes de cristalización.
CAPITULO
20: EL ALIENTO DE VIDA.
“Entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz el
aliento de vida; y fue el hombre un ser viviente.” Génesis 2:7.
“Como no sabes cuál es el camino del
viento, o cómo se forma
los huesos en el vientre de la mujer encinta, tampoco conoces la obra de Dios que hace
todas las cosas.” Eclesiastés 11:5.
“Y sucedió que después de estas
cosas, se enfermó el hijo de la mujer dueña de la casa; y su enfermedad fue tan
grave que no quedó aliento en él.” 1 Reyes 17:17.
“Entonces subió y se acostó sobre el
niño, y puso la boca sobre su boca, los ojos sobre sus ojos y las manos sobre
sus manos, y se tendió sobre él; y la carne del niño entró en calor.” 2 Reyes
4:34.
“Pero después
de los tres días y medio, el aliento de vida de parte de Dios vino a ellos y se
pusieron en pie, y gran temor cayó sobre quienes los contemplaban.” Apocalipsis
11:11.
¿El Profeta Elías realmente le
devolvió la vida al hijo muerto de la
viuda?
Esta historia, como todas las
de la Biblia, es un drama psicológico que tiene lugar en la consciencia del
hombre.
La viuda simboliza a todos los
hombres y mujeres del mundo;
el niño muerto representa los deseos y ambiciones frustrados del ser humano;
mientras que el profeta Elías simboliza el poder de Dios dentro del hombre, o
su .consciencia de ser.
La historia a nos cuenta que
el profeta tomó al niño muerto del seno de su madre y lo llevó a una habitación
alta. Cuando entró en esa habitación, cerró la puerta detrás de ellos.
Colocando al niño sobre una cama, le insufló el aliento de vida. Luego regresó
a donde estaba la madre, le entregó a su hijo y le dijo: «Mujer, tu hijo vive» (1 Reyes 17:23, y 2 Reyes 4:36).
Los deseos del ser humano pueden simbolizarse en
el niño muerto.
El mero hecho de desear algo es una
prueba positiva de que la cosa deseada
todavía no es una realidad viviente en su mundo. Intenta de todas las
formas imaginables convertir su deseo en realidad, darle vida, pero al final
descubre que todos los intentos son vanos.
La mayoría de las personas no es consciente de la existencia
del poder infinito que está en su interior. Siguen teniendo indefinidamente al
niño muerto en sus brazos, sin darse cuenta de que el deseo es la indicación
positiva de las capacidades ilimitadas de su realización.
Si la persona reconoce una vez
que su consciencia es un profeta que insufla vida a todo lo que ella es
consciente de ser, cerrará la puerta de sus sentidos a su problema y fijará su
atención únicamente en aquello que desea, sabiendo que al hacerlo sus deseos se
harán realidad.
Descubrirá que el
reconocimiento es el aliento de vida, pues percibirá (porque ahora declara
conscientemente que está expresando o poseyendo todo lo que desea ser o tener)
que estará insuflando el aliento de vida a su deseo. La cualidad reclamada para
el deseo (en cierto modo, desconocida para ella) empezará a moverse y a
convertirse en una realidad viva en su mundo.
Sí, el Profeta Elías vive eternamente como la
consciencia ilimitada de ser, la viuda como su consciencia limitada de ser y el
niño como aquello que desea ser.
CAPITULO
21: DANIEL EN EL FOSO DE LOS LEONES.
“…Tu Dios, a quien sirves con
perseverancia, Él te librará.” Daniel 6:16.
La historia de Daniel es la historia de todas las
personas. Está escrito que Daniel, mientras estuvo encerrado en el foso de los
leones, dio la espalda a las bestias hambrientas y, con la vista enfocada en la
luz que entraba desde arriba, rezó al único
Dios. Los leones, que habían sido privados de alimentación
intencionadamente para el festín, fueron incapaces de hacer daño al profeta. La
fe en Dios de Daniel era tan grande que finalmente propició su libertad y que
le asignaran un alto cargo en el gobierno de su país. (Daniel 6:13-28).
Esta historia fue escrita para que te instruyeras
en el arte de liberarte de cualquier problema o prisión en el mundo.
Lo único que nos preocuparía a la
mayoría de nosotros si nos encontráramos en el foso de los leones, serían los
leones. No pensaríamos en ningún otro problema en el mundo entero, excepto el
de los leones. Sin embargo, nos cuentan que
Daniel les dio la espalda y miró hacia la luz que era Dios.
Si pudiéramos seguir el
ejemplo de Daniel al sentirnos amenazados por cualquier desastre, como, por
ejemplo, los leones, la pobreza o la enfermedad; si, como Daniel, también
nosotros pudiéramos llevar nuestra atención a la luz que es Dios, nuestras
soluciones serían igual de simples.
Si, por ejemplo, te
encarcelaran, nadie tendría que decirte que lo que deberías desear es la
libertad. La libertad, o mejor dicho, el deseo de ser libre, sería automático.
Lo mismo se aplicaría si te encontraras enfermo o endeudado o en cualquier otro
apuro.
Los leones representan las situaciones
aparentemente sin solución, de una naturaleza amenazadora. Todo problema
produce automáticamente su solución en la forma de un deseo de liberarnos del
problema. Por lo tanto, dale la espalda a tu problema y centra tu atención en
la solución deseada, sintiendo que ya eres aquello que deseas.
Continúa con esa creencia y
descubrirás que los muros de tu prisión desaparecen cuando empiezas a expresar
aquello que ahora eres consciente de ser.
He visto a personas,
aparentemente con grandes deudas, aplicar este principio, y en muy poco tiempo
esas montañas habían desaparecido. También he visto aplicar este principio a
personas a quienes los médicos habían diagnosticado una enfermedad incurable y,
en un período de tiempo increíblemente corto, su enfermedad supuestamente
incurable había desaparecido sin dejar rastro.
Debes ver tus deseos como las palabras
pronunciadas por Dios, y cada palabra como una profecía de lo que puedes llegar
a ser. No cuestiones si eres digno, o no, de que tus deseos se hagan realidad.
Acéptalos cuando lleguen a ti. Agradécelos como si fueran regalos. Siéntete
feliz y agradecido por haber recibido esos regalos maravillosos. Luego, sigue
tu camino en paz.
Esta sencilla aceptación de tus deseos
es como dejar caer una semilla fértil
en una tierra siempre preparada. Cuando dejas caer tu deseo en la consciencia como si
fuera una semilla, seguro de que
aparecerá en todo su potencial, has hecho todo lo que se espera de ti.
Preocuparte o interesarte por la manera en que se despliega es mantener esas
semillas fértiles agarradas mentalmente y, por lo tanto, impedir que maduren hasta
la cosecha.
No estés angustiado o preocupado
por los resultados. Los resultados llegarán con la misma
seguridad con que el día sigue a la noche. Ten fe en esta siembra hasta que la
evidencia se manifieste
mostrándote que así es.
Tu confianza en este procedimiento
te dará grandes recompensas. Sólo esperarás un poco en la consciencia
de la cosa deseada; luego, súbitamente, y cuando menos te lo esperes, la cosa
sentida se convertirá en tu expresión. La vida no hace diferencias
entre las personas (Hechos
10:34; Romanos 2:11), ni destruye nada;
continúa manteniendo vivo aquello que la persona es consciente de ser.
Las cosas desaparecerán
únicamente cuando la persona cambie su consciencia. Por mucho que lo quieras
negar, sigue siendo un hecho que la
consciencia es la única realidad y que las cosas no son más que un
reflejo de aquello que eres consciente de ser. El estado celestial que buscas lo encontrarás
únicamente en la consciencia, porque
el Reino de los Cielos está dentro de ti.
Tu consciencia es la única
realidad viva, la cabeza eterna de la creación. Aquello que eres consciente de
ser es el cuerpo temporal que vistes. Alejar tu atención de lo que eres consciente
de ser es decapitar al cuerpo, pero del mismo modo que un pollo o una serpiente
continúa saltando y palpitando durante un rato después de que se la haya cortado
la cabeza, también las cualidades y condiciones parecen vivir durante un
tiempo después de que hayas retirado tu atención de ellas.
El hombre, al no conocer esta
ley de la consciencia, piensa constantemente en sus condiciones habituales
anteriores y, al prestarles atención, coloca sobre esos cuerpos muertos la
cabeza eterna de la creación. De ese modo los reanima y los resucita.
Debes dejar en paz a esos
cuerpos muertos y dejar que los muertos entierren a los muertos. (Mateo 8:22;
Lucas 9:60).
Una vez que la persona ha puesto la mano en el
arado (es decir, cuando ha adoptado la consciencia de la cualidad deseada), si
mira atrás lo único que conseguirá será frustrar su oportunidad de entrar en el
Reino de los Cielos. (Lucas 9:62).
Puesto que la voluntad del Cielo siempre se hace
en la Tierra, actualmente estás viviendo en el Cielo que has establecido
dentro de ti, porque tu Cielo se revela en esta Tierra.
El Reino de los Cielos realmente está cerca.
Ahora es el momento aceptado, así que crea un nuevo Cielo, entra en un nuevo
estado de consciencia y aparecerá una nueva Tierra.
CAPITULO
22: PESCANDO.
“Fueron y entraron en la barca, y
aquella noche no pescaron nada.” Juan 21:3.
“Y Él les dijo: Echad la red al lado derecho de la barca y hallaréis pesca. Entonces la echaron, y no podían sacarla por la gran
cantidad de peces.” Juan 21:6.
Está escrito
que los discípulos estuvieron pescando toda la noche y no pescaron nada.
Entonces apareció Jesús en escena y les dijo que echaran sus redes otra vez,
pero que esta vez las echaran al lado derecho. Pedro obedeció a la voz
de Jesús y echó
sus redes una vez más al agua. Ahí donde unos minutos antes no había habido
ningún pez en el agua, las redes casi se rompieron por la cantidad de peces
cogidos. (Juan 21:3-6).
El ser humano, pescando
durante la noche de la ignorancia humana, intenta realizar sus deseos mediante
el esfuerzo, y la lucha, y al final descubre que su búsqueda ha sido
infructuosa. Cuando descubra que su
consciencia de ser es
Cristo Jesús, obedecerá a
su voz y dejará que dirija su pesca.
Echará el anzuelo al lado derecho; aplicará la ley de
la forma correcta y buscará en su consciencia aquello que desea. Al
encontrarlo ahí, sabrá que se multiplicará en el mundo de la forma.
Las
personas que han tenido el gusto de pescar saben lo emocionante que es sentir
al pez en el anzuelo. La mordida del pez va seguida de su juego y después de
ese juego se saca al pez del agua. Algo parecido ocurre en la consciencia del
hombre cuando pesca en busca de las manifestaciones de la vida.
Los pescadores saben que si quieren pescar un pez grande
deben hacerlo en aguas profundas.
Si quieres obtener mucho de la vida, debes dejar atrás
las aguas superficiales, con sus numerosos arrecifes y barreras, y lanzarte a
las azules aguas profundas donde juegan los grandes. Para atrapar las grandes
manifestaciones de la vida debes entrar en estados de consciencia más profundos
y más libres. Las grandes expresiones de la vida viven únicamente en esas
profundidades.
Esta es una fórmula sencilla para
tener una pesca exitosa. Primero, decide qué es lo que quieres expresar o
poseer. Esto es esencial. Debes saber claramente lo que quieres de la vida para
poder pescarlo.
Después de tomar tu decisión, aléjate
del mundo de los sentidos, retira tu atención del problema y ponía en el mero
hecho de existir, repitiendo en silencio pero con sentimiento: «Yo soy».
Cuando alejes tu atención del mundo
que te rodea y la colocas en el Yo soy, de
manera que te pierdas en el sentimiento de simplemente existir, te encontrarás
deslizando el ancla que te ataba a las superficialidades de tu problema y, sin
ningún esfuerzo, descubrirás que estás avanzando hacia las profundidades.
La sensación que acompaña a este acto es una
sensación de expansión. Sentirás que te elevas y te expandes, como si realmente
estuvieras creciendo. No temas a esta experiencia de flotar y crecer, porque no
vas a perder nada, excepto tus limitaciones. Pero rus limitaciones van a
desaparecer cuando te alejes de ellas, porque sólo viven en tu consciencia.
En esta consciencia profunda y
expandida, sentirás que eres una poderosa fuerza pulsante tan profunda y
rítmica como el mar. Esta sensación de expansión
es la señal de que ahora estás en las profundas aguas azules, donde
nadan los peces grandes.
Imagina que el pez que decides pescar es la
salud y la libertad. Empiezas a pescar en estas profundidades informes y
pulsantes de ti en busca de esas cualidades o estados de consciencia, y lo
haces sintiendo «Yo soy una
persona sana», «Yo soy libre».
Continúas afirmando y sintiendo que estás sano y eres libre hasta que la
convicción de que eres eso te posee.
Cuando la convicción nazca dentro de ti, de manera que
todas las dudas desaparezcan y sepas y sientas que te has liberado de las
limitaciones del pasado, sabrás que has atrapado esos peces. La alegría que
recorre todo tu ser al sentir que eres
aquello que deseas ser es igual a la emoción del pescador cuando atrapa
a sus peces.
A continuación viene el juego del pez. Esto se
consigue regresando al mundo de los sentidos. Cuando abres los ojos al mundo
que te rodea, la convicción y la consciencia de que estás
sano y eres libre deberían estar tan instaladas en tu interior que todo tu ser
se emocione con la expectación.
Luego, mientras recorres el necesario lapso de tiempo
que tornarán las cosas sentidas en encarnarse, sentirás una emoción secreta
porque sabes que dentro de poco tendrás eso que ninguna persona puede ver, pero
que tú sientes y sabes que eres.
En un instante, cuando no estés
pensando, mientras caminas fielmente con esta consciencia, empezarás a
expresar y a poseer eso que eres consciente de ser y poseer, experimentando
con los pescadores la dicha de pescar al gran pez. Ahora, sal a pescar las
manifestaciones de la vida, echando rus redes en el lado correcto.
CAPITULO
23: SEAN OIDOS QUE OYEN.
“Haced que estas palabras
penetren en vuestros oídos, porque el Hijo del Hombre va a ser entregado en
manos de los hombres.” Lucas 9:44.
Que estas palabras penetren en
vuestros odios: El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres.”
No seas como esas personas que tienen ojos que no ven y oídos que no oyen.
Deja que estas
revelaciones penetren profundamente en tus oídos, porque después de
que el Hijo (la idea) haya sido concebido, el hombre, con sus valores falsos
(la razón), intentará explicar las razones de la expresión del Hijo y, al
hacerlo, la hará pedazos.
Cuando las personas están de acuerdo en que algo
es humanamente imposible y que, por lo tanto, no se puede hacer, si alguien
realiza esa cosa imposible, los sabios que dijeron que eso no podía hacerse
empezarán a decirte por qué y cómo ha ocurrido. Cuando hayan acabado rasgando
la túnica sin costuras (Juan 19:23), (las causas de la manifestación), estarán
tan lejos de la verdad como cuando proclamaron que era imposible. Mientras el
ser humano busque la causa de la expresión fuera de quien la expresa, buscará
en vano.
Durante miles de años, se le ha dicho al ser
humano: «Yo soy la resurrección y
la vida» (Juan 11:25), «Ninguna manifestación llega a mí si yo no la atraigo» (Juan 6:44), pero no quiere creerlo. Prefiere
creer que las causas están fuera de él.
En cuanto aquello que no era visto se hace
visible, el hombre está listo para explicar la causa y el propósito de su
aparición. Así pues, el Hijo del Hombre (la idea que desea la manifestación)
está siendo destruido constantemente en manos (explicación razonable o
sabiduría) del hombre.
Ahora que tu consciencia te ha sido revelada como
la causa de toda expresión, no regreses a la oscuridad de Egipto con sus
muchos dioses. Sólo hay un Dios. El único Dios es tu consciencia.
«Y todos los habitantes de la Tierra no cuentan
para nada.» «Y él hace lo que quiere con los ejércitos de los Cielos y con los
habitantes de la Tierra. Y no hay nadie que pueda detener su mano o le diga:
"¿qué haces?"» (Daniel 4:35).
Si todo el
mundo se pusiera de acuerdo en que cierta cosa no puede ser expresada y, sin
embargo, tú fueras consciente de ser aquello que ellos están de acuerdo en que
no puede ser expresado, tú lo expresarías.
Tu consciencia jamás pide permiso para expresar
aquello que eres consciente de ser. Lo hace con naturalidad y sin esfuerzo, a
pesar de la sabiduría del hombre y de toda la oposición.
«No saludéis a nadie por el camino.»
(Lucas 10:4; 2 Reyes 4:29).
Esta no es una orden de ser insolente o
antipático, sino un recordatorio de no reconocer a un superior, a no ver en
nadie una barrera a tu expresión. Nadie puede pararte la mano o cuestionar tu
capacidad de expresar aquello que eres consciente de ser.
No juzgues las cosas por las
apariencias, «porque todos son nada a los ojos de Dios» (Isaias 40:17).
Cuando los discípulos, por su juicio de las
apariencias, vieron al niño demente (Marcos 9:17-29; Lucas 9:37-43), pensaron
que era un problema más difícil de resolver que otros que habían visto, así que
no lograron curarlo.
Al juzgar por las apariencias,
olvidaron que todas las cosas son posibles para Dios. (Mateo 19:26; Marcos
10:27).
Hipnotizados como estaban por la realidad de
las apariencias, no podían sentir la mutualidad de la cordura.
La única
manera de evitar estos fracasos es tener en mente que tu consciencia es el Todopoderoso, la presencia sabia. Sin ayuda, esta presencia desconocida
que está en tu interior manifiesta sin esfuerzo aquello
que eres consciente de ser.
Debes ser
totalmente indiferente a la evidencia de los sent
idos, de manera que puedas sentir la naturalidad de tu deseo, y
tu deseo se realizará.
Dale la espalda
a las apariencias y siente la naturalidad de esa
percepción perfecta dentro de ti, una cualidad de la que nunca se debe desconfiar
o dudar. Su comprensión hará que nunca te desvíes del camino. Tu deseo es la
solución a tu problema. Cuando el deseo se realiza, el problema desaparece.
No puedes forzar nada hacia fuera con
el esfuerzo más poderoso de la voluntad. Sólo hay una manera en que puedes tener a tu
disposición las cosas que deseas y es adoptando la consciencia de las cosas deseadas.
Hay una gran
diferencia entre sentir
una cosa y sólo saberla intelectualmente. Debes aceptar sin reservas el hecho de que al poseer (sentir) una cosa en
la consciencia, has ordenado a la realidad que la causa venga a la
existencia en una forma concreta.
Debes estar absolutamente convencido
de que hay una conexión continua
entre la realidad invisible y su manifestación visible.
Tu aceptación interior debe
convertirse en una convicción intensa, inalterable, que trasciende tanto a la
razón como al intelecto, renunciando enteramente a cualquier creencia en la
realidad de la exteriorización, excepto como reflejo de un estado de
consciencia interior.
Cuando realmente comprendes y crees
estas cosas, has construido una certeza tan intensa que nada puede hacerte
tambalear.
Tus deseos son realidades invisibles que responden
únicamente a las órdenes de Dios. Dios ordena a lo invisible que aparezca,
afirmando que él es la cosa ordenada. «Él se hizo igual a Dios y no consideró
una usurpación realizar las obras de Dios.» (Filipenses 2:6).
Ahora, deja que esta frase penetre profundamente en
tus oídos: SÉ consciente de ser aquello
que quieres QUE APAREZCA.
CAPITULO
24: CLARIVIDENCIA.
“Teniendo ojos, ¿no veis? Y teniendo oídos, ¿no oís? ¿No recordáis?.” Marcos 8:18
La
verdadera clarividencia no se apoya en tu capacidad de ver cosas que están
fuera del alcance de la vista humana, sino en tu capacidad de entender
lo que ves.
Cualquiera puede ver un
informe financiero, pero muy pocos pueden leer un informe financiero. La
capacidad de interpretar el informe es la señal de que se tiene una vista clara
o clarividencia.
Nadie sabe mejor que el autor que
todos los objetos, animados e inanimados, están envueltos en una luz líquida
que mueve y pulsa con una energía mucho más
radiante que los propios objetos, pero también sabe que la capacidad de
ver esas auras no es igual a la capacidad de entender lo que uno ve en el mundo
que le rodea.
Para ilustrar este punto, he
aquí una historia que todo el mundo conoce, pero que sólo el auténtico místico
o clarividente ha comprendido realmente.
Sinopsis
La historia de Dumas El
Conde de Montecristo es, para el místico y verdadero clarividente, la
biografía de todas las personas.
Sinopsis 1: Edmond
Dantès, un joven marinero, encuentra muerto al capitán de su barco. Tomando el
mando del navío en medio de un mar agitado por una tormenta, intenta conducir
la nave hasta un lugar donde poder echar el ancla.
Comentario 1: La vida misma
es un mar agitado por las tormentas en el que el ser humano lucha mientras
intenta dirigirse hacia un puerto de descanso.
Sinopsis 2: Dantès tiene un
documento secreto que debe ser entregado a un hombre al que no conoce, pero que
se presentará ante el joven marinero a su debido tiempo. Este documento es un
plan para liberar al Emperador Napoleón de su prisión en la Isla de Elba.
Comentario 2: Dentro de
cada persona hay un plan secreto que liberará al poderoso emperador que está en
su interior.
Sinopsis 3: Cuando Dantès
llega al puerto, tres hombres (quienes, mediante adulaciones y lisonjas, han
logrado congraciarse con el actual rey), temiendo cualquier cambio que pudiera
afectar a sus puestos en el gobierno, hacen que el joven marinero sea arrestado
y encerrado en las catacumbas.
Comentario 3: El ser humano, en su intento de hallar seguridad en este inundo, se
deja llevar por las falsas luces de
la codicia, la vanidad y el poder.
La mayoría de
las personas creen que la fama, la
riqueza o el poder político las van a proteger de las tormentas de la vida. De modo
que intentan adquirir estas cosas como anclas en sus vidas, para acabar
descubriendo, en su búsqueda de estas cosas, que gradualmente van perdiendo el
conocimiento de su vertedero ser. Si el ser humano pone su fe en cosas que no
son él mismo, con el tiempo, aquello en lo que pone su fe lo destruye. En ese
momento, será como alguien que está prisionero en la confusión y la
desesperación.
Sinopsis 4: Ahí, en esa tumba,
Dantès es olvidado y dejan que se pudra. Pasan muchos años. Entonces, un día
Dantès (que, a esas alturas, ya es un esqueleto viviente) oye unos golpes en el
muro de su celda. Tras responder a esos golpes, oye la voz de alguien que está
al otro lado del muro. Dantès retira una piedra y descubre a un viejo sacerdote
que lleva tanto tiempo en prisión que nadie conoce ya el motivo de su
encarcelamiento ni el tiempo que lleva ahí.
Comentario 4: Ahí, detrás de esos muros de
oscuridad mental, la persona permanece en lo que parece una muerte en vida.
Después de muchos años de decepción y desilusión, se aleja de esos falsos
amigos y descubre en su interior al anciano (su consciencia de ser) que ha estado
enterrado desde el día en que creyó ser un ser humano y olvido que era Dios.
Sinopsis 5: El viejo sacerdote, que había estado
excavando durante años para salir de esa tumba en vida, acaba descubriendo que
lo había hecho en dirección a la tumba de Dantès. Entonces se resigna a su
suerte y decide encontrar su alegría y su libertad instruyendo a Dantès sobre
todo lo que sabe de los misterios de la vida y ayudándolo a escapar.
Al principio Dantès está
impaciente por recibir toda esa in formación, pero el viejo cura, con la
infinita paciencia acumulada durante su largo confinamiento, le muestra lo poco
preparado que está para recibir esos conocimientos, porque su mente está
ansiosa. De modo que, con calma filosófica, le va revelando lentamente al joven
los misterios de la vida y del tiempo.
Comentario 5: Esta
revelación es tan maravillosa que cuando la persona la oye por primera vez
quiere recibirla toda de golpe; pero descubre que después de los numerosos años
que ha pasado creyendo que era un ser humano, ha olvidado de una forma tan
absoluta MI verdadera identidad que ahora es incapaz de absorber este recuerdo
de una sola vez. Además, descubre que sólo puede hacerlo a medida que vaya
abandonando todos sus valores y opiniones humanos.
Sinopsis 6: Mientras Dantès
madura bajo las enseñanzas del viejo sacerdote, el anciano descubre que está
viviendo cada vez más en la consciencia del joven. Finalmente, le transmite su
última dosis de sabiduría a Dantès, preparándolo para ocupar puestos de
confianza. Luego le revela la existencia de un tesoro inagotable que está
enterrado en la Isla de Montecristo.
Comentario 6: Cuando la persona abandona
esos valores humanos tan queridos absorbe cada vez más luz (el viejo
sacerdote), hasta que, finalmente, se convierte en la luz y sabe que él es el
anciano. Yo soy la luz del mundo.
Sinopsis 7: Ante esta
revelación, las paredes de la catacumba que los separaban del océano se
derrumban, matando al anciano. Los guardias, al descubrir el accidente,
introducen el cuerpo del viejo cura en un saco para lanzarlo al mar. Mientras
van a buscar una camilla, Dantès extrae el cuerpo del viejo sacerdote y se
introduce dentro del saco. Los guardias, ignorantes de este cambio de cuerpos,
lanzan a Dantès al agua.
Comentario 7: El fluir de la sangre y
del agua en la muerte del viejo sacerdote os comparable al fluir de la sangre y
el agua del costado de Jesús cuando los soldados romanos lo atravesaron con la
lanza, un fenómeno que siempre tiene lugar durante el parto (aquí simbolizando
el nacimiento de una consciencia superior).
Sinopsis 8: Dantès se
libera del saco, va a la Isla de Montecristo y descubre el tesoro enterrado.
Entonces, pertrechado con esa fabulosa riqueza y con su sabiduría, se deshace
de su identidad humana de Edmond Dantès y adopta el título de Conde de
Montecristo.
Comentario 8: La persona
descubre que SU consciencia de ser es el inagotable tesoro del universo., Ese
día, cuando hace este descubrimiento, deja de ser humano y despierta como Dios.
Sí, Edmond Dantès se convierte en el Conde de Montecristo.
El hombre se convierte en Cristo.
CAPITULO
25: SALMO 23.
Uno: El Señor es mi Pastor; nada me
falta.
Comentario 1: Mi consciencia es mi
Señor y mi Pastor. Aquello que Yo soy consciente de ser son las ovejas que me
siguen. Mi consciencia de ser es una pastora tan buena, que jamás ha perdido
ninguna oveja o cosa de la que Yo soy consciente de ser.
Mi consciencia es una voz que llama en el desierto de la confusión
humana, que llama a todo lo que Yo SOY consciente de ser para que m e siga. M
is ovejas conocen tan bien mi voz que siempre responden a mi llamada. Jamás
ocurrirá que aquello que estoy convencido de Yo SOY no pueda encontrarme.
YO SOY una puerta abierta para que
entre todo lo que Yo SOY. Mi consciencia de ser es el Señor y Pastor de mi
vida. Ahora sé que nunca necesitaré pruebas ni me faltarán evidencias de aquello
que soy consciente de ser. Como sé esto seré consciente de que soy magnífico,
amoroso, rico, saludable y todos los tributos que admiro.
Dos: En verdes praderas me hace
reposar.
Comentario
2: Mi consciencia de ser magnifica todo lo que soy consciente de ser, de modo
que siempre hay abundancia de aquello que soy consciente de ser.
Independientemente de lo que la persona sea consciente de ser, descubrirá que
eso brota eternamente en su mundo. La medida del Señor (el concepto que la
persona tiene de sí misma) siempre está comprimida, agitada y desbordándose.
Tres: Él me conduce hacia las aguas tranquilas.
Comentario
3: No hay ninguna necesidad de luchar por aquello que soy consciente de ser,
porque todo lo que soy consciente de ser será conducido hacia mí sin esfuerzo,
del mismo modo que un pastor conduce sin esfuerzo a su rebaño hasta las aguas
tranquilas de una fuente serena.
Cuatro: Él conforta mi alma; Él me
guía por los senderos de la justicia, por amor a su nombre.
Comentario 4: Ahora que he
recuperado la memoria -de manera que ahora Yo soy el Señor y aparte de mí no
hay ningún Dios- he recuperado mi reino. Mi reino -que se desmembró el día en
que creí en poderes que estaban fuera de mí— ahora me ha sido devuelto en su
totalidad.
Ahora que sé que mi consciencia de
ser es Dios, haré un uso correcto de este conocimiento, siendo consciente de
ser aquello que deseo ser.
Cinco: Aunque camine por el valle
tenebroso de la muerte, no temo a ningún mal, porque tú estás conmigo; tu vara
y tu bastón me alientan.
Comentario
5: Sí, aunque camine entre la confusión y las opiniones cambiantes de las
personas, no temeré ningún mal, porque he descubierto que es la consciencia la
que crea la confusión. Puesto que mi propio caso ha sido devuelto al sitio que
le corresponde y a la dignidad, a pesar de la confusión, manifestaré aquello
que ahora soy consciente de ser. Y la propia confusión resonará y reflejará
mi propia dignidad.
Seis: Tú me preparas una mesa en presencia de mis
enemigos, perfumas con aceite mi cabeza y llenas mi copa a rebosar.
Comentario
6: Ante la aparente oposición y el conflicto, triunfaré, porque continuaré
manifestando la abundancia que ahora soy consciente de de ser. Mi cabeza (mi
consciencia) continuará rebosante de la dicha de ser Dios.
Siete: Sin duda, la bondad y la compasión me
acompañarán todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por
siempre jamás.
Comentario
7: Puesto que ahora soy consciente de ser bueno y compasivo, las señales de
bondad y compasión están destinadas a seguirme durante el resto de mi vida,
porque seguiré morando en la casa (o la conciencia) de ser Dios (el bien) para
siempre.
CAPITULO
26: GETSEMANÍ.
“Entonces Jesús llegó con ellos a un lugar que
se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos
aquí mientras yo voy allá y oro.” Mateo 26:36
Un romance maravilloso y místico es
contado en la historia de Jesús en el Jardín de Getsemaní, pero el hombre no ha
podido ver la luz de su simbología y erróneamente interpreto esa unión mística
como una experiencia agonizante en la cual Jesús rogo en vano a Su Padre para
que cambie Su destino.
Getsemaní, para el místico, es el Jardín
de La Creación – el lugar en la consciencia a donde el hombre va para realizar
sus objetivos definidos. Getsemaní es una palabra compuesta que significa
presionar hacia afuera una sustancia oleosa: Get, presionar hacia afuera, y
Semaní, sustancia oleosa.
La historia de Getsemaní revela al místico
en una simbología dramática, el acto de la creación.
Tal como el hombre contiene dentro de
sí mismo una sustancia oleosa la cual, en el acto de creación, es presionada
hacia afuera en semejanza de sí mismo, así también tiene dentro de él el
principio divino (su consciencia) que se condiciona a sí misma como un estado
de conciencia y que sin asistencia presiona hacia afuera, o se materializa a sí
misma.
Un jardín es un pedazo de tierra
cultivado, un campo especialmente preparado, donde las semillas del jardinero
seleccionadas por él son plantadas y cultivadas.
Getsemaní es tal jardín, el lugar en
la consciencia donde el místico va con sus objetivos propiamente definidos. Se
entra a este jardín cuando el hombre saca su atención del mundo que lo rodea y
la pone en sus objetivos.
Los deseos clarificados del hombre
son semillas que contiene el poder y los planes de auto-expresión y, como las
semillas dentro del hombre, estas también están enterradas en una sustancia
oleosa (una actitud mental alegre y
agradecida).
Mientras que el hombre contempla ser
y poseer aquello que desea ser y poseer, él ha comenzado el proceso de
presionar hacia afuera el acto espiritual de la creación.
Estas semillas son presionadas hacia
afuera y plantadas cuando el hombre se pierde a sí mismo en un salvaje y loco
estado de alegría, sintiendo conscientemente y declarando ser aquello que
anteriormente deseaba ser.
Los deseos expresados, o presionados
hacia afuera, resultan en la transición de aquel deseo en particular.
El hombre no
puede poseer una cosa y a la misma vez seguir deseando poseerla. Entonces,
mientras uno se apropia conscientemente del sentimiento de ser la cosa deseada,
este deseo siendo la cosa que transciende – se realiza.
La actitud
mental receptiva, sintiendo y recibiendo la impresión de ser la cosa deseada,
es el terreno fértil o vientre que recibe la semilla (objetivo definido).
La semilla
que es presionada hacia afuera del hombre, crece hasta convertirse en la
semejanza del hombre de quien ha sido presionada.
De la misma
manera, la semilla mística, tu declaración consciente de que eres aquello que
antes deseabas ser, crecerá en la semejanza de ti, de quien y dentro de quien
ha sido presionada.
Sí, Getsemaní
es el jardín cultivado del romance donde el hombre disciplinado va a presionar
las semillas de la alegría (deseos definidos) fuera de sí mismo, hacia adentro
de su actitud mental receptiva, donde serán cuidadas y nutridas al caminar
conscientemente en la alegría de ser todo lo que anteriormente deseaba ser.
Siente con el
Gran Jardinero la secreta excitación de saber que las cosas y cualidades que
ahora no se ven se verán tan pronto como estas impresiones conscientes crezcan
y maduren.
Tu consciencia
es el Señor y Esposo (Isaías 54:5); el estado consciente en el que moras es la
Esposa o Amada. Este estado hecho visible es tu hijo siendo testigo de ti, su
padre y madre, porque tu mundo visible esta hecho a imagen y semejanza (Génesis
2:26) del estado de consciencia en el que vives; tu mundo y todo su contenido
son nada más y menos que tu consciencia definida materializada.
Sabiendo
que esto es cierto, asegúrate de elegir
bien a la madre de tus hijos – ese estado consciente en el que vives, tu
concepto de ti mismo.
El
hombre sabio elige a su esposa con gran discreción. Él se da cuenta que sus
hijos deben heredar las cualidades de sus padres y entonces, dedica mucho
tiempo y cuidado a la selección de su madre. El místico sabe que el estado
consciente en el que vive es su elección que ha elegido por esposa, la madre de
sus hijos, que este estado debe, con el tiempo, encarnarse a sí mismo en su
mundo; entonces él es siempre selectivo en sus elecciones y siempre declara ser
su ideal mas alto.
Conscientemente se define a sí mismo como aquello que
desea ser.
Cuando el hombre se dé cuenta que el estado de
consciencia en el que vive es su elección y a quien ha tomado como pareja, él
será más cuidadoso con sus humores y sentimientos. Él no se permitirá
reaccionar a las sugerencias del miedo, de la falta o ninguna indeseable
impresión. Tales sugerencias de falta nunca podrían pasar por alto ante la
vigilancia de la mente disciplinada del místico, porque él sabe que cada
declaración consciente debe, con el tiempo, ser expresada como una condición de
su mundo – de su ambiente.
Entonces, permanece fiel a su amada, su objetivo
definido, al definir y declarar y sentir que ya es aquello que desea expresar. Deja
que un hombre se pregunte a si mismo si su objetivo definido sería una cosa de
regocijo y belleza si fuera realizado.
Si su
respuesta es afirmativa, entonces sabría que su elección de novia es una
princesa de Israel, una hija de Judá, porque cada objetivo definido que expresa
regocijo cuando se realiza es una hija de Judá, el rey de alabanza.
Jesús llevó a su hora de oración, a Sus Discípulos, o
“atributos disciplinados de la mente”, y les comandó a que lo observen mientras
Él oraba, para que ningún pensamiento o
creencia que negaría la realización de Su deseo, entren en Su
consciencia.
Sigue el ejemplo de Jesús, quien, con sus deseos
claramente definidos, entró al Jardín de Getsemaní (el estado de alegría)
acompañado por Sus discípulos (sus mente disciplinada) a perderse a Sí mismo en
un salvaje regocijo de realización.
La fijación de Su atención en Su objetivo fue Su
mandamiento a Su mente disciplinada para que vigile y permanezca fiel a esa
fijación. Contemplando la alegría que sería Suya si su deseo fuera realizado,
Él comenzó su acto espiritual de generación, el acto de presionar hacia afuera
la semilla mística – Su deseo definido. En esta fijación Él permaneció,
declarando y sintiendo Ser aquello que ÉL (antes de entrar a Getsemaní) deseaba
ser, hasta que Su ser entero (consciencia) fue bañado en un sudor oleoso
(alegría) parecido a la sangre (vida), en pocas palabras, hasta que Su completa
consciencia fue penetrada con la alegría viva y sostenida de ser Su objetivo
definido.
Cuando se logra esta fijación en la que el místico
sabe que por su sentimiento de alegría él ha pasado de su estado de consciencia
viejo a su estado de consciencia presente, La Pascua o crucifixión fue
obtenida.
Esta crucifixión o fijación de la nueva declaración
consciente se seguida por el Sabbat, el tiempo de descanso. Siempre hay un intervalo
de tiempo entre la impresión y su expresión, entre la declaración consciente y
su encarnación. Este intervalo es llamado el Sabbat, el periodo de descanso o
de no-esfuerzo. (el día de entierro).
Caminar inamoviblemente en la consciencia de ser o
poseer cierto estado es mantener el Sabbat.
La historia de la crucifixión expresa bellamente esta
tranquilidad o descanso místico. Se nos dice que luego de que Jesús clamó
“¡está terminado!” (Juan 19:30), fue puesto en una tumba. Allí permaneció todo
el Sabbat.
Cuando el nuevo estado de consciencia es apropiado que
te hace sentir, por esta apropiación, fijado y seguro en el conocimiento de que está terminado, entonces tú, también
clamarás “¡está terminado!” y entrarás
en la tumba o Sabbat, un intervalo de tiempo en el que caminarás
inamoviblemente en la convicción de que tu nuevo estado de consciencia debe ser
resucitado (hecho visible).
La Pascua, el día de la resurrección, cae en el primer
domingo luego de la luna llena en Aries. La razón mística de esto es simple. Un
área definida no se precipitará a sí mismo en forma de lluvia hasta que esta
área llegue a cierto punto de saturación; así también el estado en el que yaces
no se expresará a si mismo hasta que el Todo esté completamente penetrado con
la consciencia de que ya lo es – que está terminado.
Tu objetivo definido es el estado imaginario, tal como
la línea del ecuador es la línea imaginaria que el sol debe atravesar para
marcar el comienzo de la primavera. Este estado, como la luna, no tiene luz o
vida por si mismo; pero reflejará la luz de la consciencia o sol – “Yo Soy la
luz del mundo” (Mateo 5:14; Juan 8:12; Juan 9:5; Juan 12:46) – “Yo Soy la resurrección
y la vida” (Juan 11:25).
Tal como la Pascua es determinada por la luna llena en
Aries, así también es la resurrección de tu declaración consciente determinada
por la completa consciencia de tu declaración, al vivir realmente como esta
nueva concepción.
La mayoría de los hombres fracasan al resucitar sus
objetivos porque fracasan en permanecer fieles a este estado nuevo y definido
hasta que su plenitud sea obtenida.
Si el hombre tuviera en cuenta el hecho de que no
puede haber Pascua o día de resurrección hasta luego de la luna llena, él se
daría cuenta que el estado al que él ha pasado conscientemente, será expresado
o resucitado solo después de que él haya permanecido dentro del estado de ser
su objetivo definido.
Hasta que no se excite su ser completo con el
sentimiento de ser realmente su
declaración consciente, de vivir conscientemente con este estado de serlo, y
solo de esta manera, el hombre nunca resucitará o realizará su deseo.
CAPITULO
27: UNA FORMULA PARA LA VICTORIA.
“Todo lugar que pise la planta de
vuestro pie os he dado.” Josué 1:3.
La mayoría de la gente conoce la historia de Josué
siendo capturado en la ciudad de Jericó.
Lo que no saben es que la historia es la fórmula
perfecta para la Victoria, bajo cualquier circunstancia y contra viento y
marea.
Fue escrito que Josué estaba armado solo con el
conocimiento de que cada lugar que la suela de su pie pise le será dado; que él
deseaba capturar o pisar la ciudad de Jericó pero encontró que las paredes lo
separaban de esta ciudad impenetrable.
Parecía físicamente imposible para Josué atravesar
estas paredes masivas y pararse en la ciudad de Jericó. Aun así, él fue llevado
por su conocimiento y promesa de que, a pesar de las barreras y obstáculos que
lo separaban de sus deseos, él podía pararse en la ciudad, y le sería dada.
El libro de Josué también
registra que en lugar de luchar contra este problema gigante de la pared, Josué
empleó el servicio de la ramera, Rahab, y la envió como espía a la ciudad.
Mientras Rahab entraba a su casa, que estaba en el medio de la ciudad, Josué –
quien estaba restringido seguramente por las impenetrables paredes de Jericó-
sopló su trompeta siete veces. La séptimo soplido, las paredes se derrumbaron y
Josué entró a la ciudad victorioso.
Para el no iniciado, esta historia es ridícula.
Para aquél que la ve como un drama psicológico, y no
como una historia real del pasado, es la más reveladora.
Si siguiéramos el ejemplo de Josué, nuestra victoria sería
igual de simple.
Josué simboliza para ti, el lector, tu estado
presente; la ciudad de Jericó simboliza tu deseo, u objetivo definido.
Las paredes de Jericó
simbolizan los obstáculos entre tú y la realización de tus objetivos. El pie
simboliza el entendimiento; poner el pie en un lugar definitivo indica fijar un
estado psicológico definido.
Rahab, la espía, es tu
habilidad de viajar secretamente o psicológicamente a cualquier lugar en el
espacio. La conciencia no tiene fronteras. Nadie puede frenarte de morar psicológicamente
en cualquier lugar, o en cualquier estad en el tiempo y espacio.
A pesar de las barreras físicas que te separan de tu
objetivo, tú puedes, sin esfuerzo o ayuda de nadie, aniquilar el tiempo,
espacio y barreras.
Por lo tanto, tú puedes morar psicológicamente,
en el estado deseado. Entonces, aunque no puedas caminar físicamente en ese
estado o ciudad, tu siempre puedes caminar psicológicamente en el estado
deseado. Al pisar psicológicamente, quiero decir que tu puedes ahora, en este
momento, cerrar los ojos y luego de visualizar o imaginar un lugar o estado que
no sea el presente en el que estas, puedes SENTIR realmente que ahora estas en
ese lugar o estado. Puedes sentir su condición como real a punto tal que cuando
abras tus ojos estés asombrado en darte cuenta que no estas físicamente allí.
Una ramera, como ya sabes, les da a todos los hombres
aquello que le sea pedido. Rahab, la ramera, simboliza tu capacidad infinita de
asumir psicológicamente cualquier estado deseable sin cuestionar si es posible
o no morarlo físicamente.
Tú puedes capturar hoy la
moderna ciudad de Jericó o tu objetivo definido si recreas esta historia de
Josué; pero para capturar la ciudad y realizar tus deseos, debes seguir
cuidadosamente la fórmula para la victoria tal como fue explicada en el libro
de Josué.
Esta es la aplicación de esta fórmula victoriosa como
un místico moderno la revela hoy:
Primero:
define tu objetivo (no la manera de obtenerlo) – sino tu objetivo, puro y
simple; sabe exactamente qué es lo que deseas para puedas tener una imagen
mental clara de lo que es.
Segundo: Saca
tu atención de los obstáculos que te separan de tu objetivo y pon tus
pensamientos en el objetivo en sí.
Tercero:
Cierra tus ojos y SIENTE que ya estás en la ciudad o estado que deseas
capturar. Permanece en ese estado psicológico hasta que obtengas una reacción
consciente de una satisfacción completa en esta victoria. Luego, con
simplemente abrir tus ojos, vuelve a tu viejo estado de consciencia.
Este viaje secreto al estado deseado, con la
subsecuente reacción psicológica de satisfacción completa, es todo lo que es
necesario para obtener la victoria total.
Este estado físico victorioso se encarnará a sí mismo a
pesar de toda oposición. Tiene el plan y el poder de la auto-expresión.
Desde este punto en adelante, sigue el ejemplo de
Josué, quien luego de morar psicológicamente en el estado deseado, hasta que no
recibió una completa reacción consciente de victoria, no hizo nada más para
traer esta victoria, más que soplar siete veces su trompeta.
La séptima explosión (soplo) simboliza el séptimo día,
un tiempo de tranquilidad o descanso, el intervalo entre el estado subjetivo y
objetivo, el periodo de embarazo o gozosa expectativa.
Esta tranquilidad no es la tranquilidad del cuerpo
sino la de la mente – una pasividad perfecta, que no es pereza sino una
tranquilidad viva nacida de la confianza en esta inmutable ley de la
consciencia.
Aquellos que no conocen esta ley o fórmula para la
victoria, al intentar calmar sus mentes, solo logran adquirir una tensión
callada, que no es más que ansiedad comprimida.
Pero tú, que conoces esta ley, descubrirás que luego de capturar el estado
psicológico que sería tuyo si ya hubieras afianzado realmente y victoriosamente
la ciudad, te moverás hacia adelante hacia la realización física de tus deseos.
Harás esto sin dudas ni miedo, en un estado mental
fijado en el conocimiento de una victoria previamente concertada.
No tendrás miedo al enemigo, porque el resultado ha
sido determinado por el estado psicológico que precedió la ofensiva física; y
todas las fuerzas del cielo y la tierra no pueden parar el cumplimiento
victorioso de ese estado.
Párate firme en el estado psicológico definido como tu
objetivo hasta que sientas la excitación de la Victoria.
Y luego, con seguridad que nace por el conocimiento de
esta ley, observa la realización física de u objetivo.
…Prepárate, párate firme y observa la salvación de la
Ley contigo…
Fin del Libro “Tu Fe es Tu Fortuna”